Videojuegos y coches de ocasión

Videojuegos y coches de ocasión

Este fin de semana he estado en la Madrid Games Week, una de las ferias de videojuegos nacionales más importantes que existen; por no decir la que más. He sido un consolero nato desde que de niño mi padre me regaló mi primera Game Boy; luego le siguió la Mega Drive, después la Nintendo 64 y, a continuación, la consola que creo que recuerdo con más cariño de todas: la Play Station. Para mí, con mis trece años recién cumplidos, aquello fue toda una revolución: descubrí los Final Fantasy, saga a la que sigo considerando la mejor en el género del rol; vibré con el Metal Gear Solid y, quién me lo iba a decir, me enganché a un videojuego de coches aun sin gustarme los coches: el Gran Turismo.

Pero es que el Gran Turismo era un juego tan completo, tan entretenido y tan adictivo que era imposible no engancharse hasta cierto punto. No era solo un juego de carreras, sino uno en el que podías elegir modelo de vehículo, personalizarlo, llevarlo por el terreno que quisieras; en fin, desde ese momento, y estoy seguro de ello, quise tener un coche. No para disputar terribles y mortales carreras, está claro, pero sí para conducirlo y para sentir en mis propias manos el rugido del motor y la sumisión del volante. Recuerdo que, a los diecisiete años, estaba ya desesperado por sacarme el carnet de conducir.

Me lo saqué a la primera (el poder de la convicción) y luego me puse a currar para ahorrar dinero suficiente. Parecerá que no, pero no me costó más de un año o año y medio: los coches ocasión son asequibles incluso para un chaval universitario. Había coches de ocasión a precios impresionantes si tenemos en cuenta lo en buen estado que estaba el modelo. Coches de segunda mano... las palabras son muy bonitas.

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