La crisis de todos: sequía y mucho más
Sabiduría indoamericana: “Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero.” –
Kelya es una niña wayüu de 15 años que hoy está más cansada que nunca después de haber hecho su acostumbrado viaje hacia el jagüey de donde su familia toma el agua necesaria para la supervivencia diaria: anduvo más de tres horas sobre el lomo de un burro pero regresó con noticia triste de que no hay una sola gota de agua en el reservorio. Ni siquiera el agua turbia y contaminada con la que se habían defendido en los últimos meses.
El cansancio no es por el esfuerzo físico al que se ha acostumbrado a fuerza de la costumbre sino por la frustración de regresar con las manos y las múcuras vacías y el corazón oprimido porque en los últimos tiempos ha visto morir de sed a casi todos los animales de la comunidad.
La intensa sequía que por años hemos vivido los pueblos del norte de Colombia y con mayor exactitud en las zonas áridas de la Alta Guajira, son una muestra más de que la crisis ambiental ha ido avanzando y produce devastadores efectos en la población, en los bosques y en la sostenibilidad de los ecosistemas.
Basta con echar una mirada alrededor y mirar algunas de las noticias que se publican diariamente en los medios de comunicación para advertir que el problema está más cerca de lo que se creía y con un impacto aún mayor del previsto inicialmente.
Cuando los campesinos denuncian con preocupación la presencia de animales feroces como tigres y jaguares en las zonas en las que día a día desarrollan su trabajo y expresan su dolor porque algunos de sus compañeros y familiares han sido devorados por los hambrientos en las fauces de estas fieras cabe preguntarse la causa de ésta situación y reflexionar acerca de una convivencia tan violenta como inconveniente: ¿Están los animales invadiendo el territorio de los humanos o, por el contrario, los humanos están desplazándose hacia el hábitat de los animales? Lo anterior es apenas un punto de partida para iniciar el debate que necesariamente debe abarcar diferentes tópicos, y enfatizar en un planteamiento tan antiguo como certero: no todo en la vida puede ser producción, ganancia, enriquecimiento y destrucción.
La vida, la buena salud física y mental y la convivencia sana con la naturaleza implica hacer lo que para algunos podría significar un sacrificio: el reconocimiento de la prevalencia de la conservación del ambiente, de la naturaleza y de los espacios necesarios para garantizar la calidad de vida de las personas por encima del deseo desmedido de producir riquezas. Lo anterior incluye también un esfuerzo por modificar el concepto tradicional de producción y acumulación de riqueza. Incluso, es necesario revisar el concepto de riqueza. Los millonarios, una vez acumulan todo el dinero del mundo deciden darse unas vacaciones visitando países y paisajes exóticos, entendiendo por “Países y paisajes exóticos” aquellos parajes en donde la naturaleza se encuentra virgen o caso virgen. Es decir lugares en donde la ambición humana no ha comenzado aún su tarea destructiva y todo se encuentra en su puesto, tal como estaba en los días maravillosos de la creación cuando Dios con su voz portentosa y su sabiduría infinita apenas pronunciaba las extraordinarias palabras “Hágase la luz…”.
Es curioso, pero después de talar árboles por millones, exterminar ríos caudalosos en donde antes fluía la vida, explotar a los indefensos obreros de la minería y contaminar los mares, los millonarios deciden darse unas costosas vacaciones en lugares donde el mayor atractivo es, precisamente, el hecho de la capacidad destructiva del hombre, alimentada por su deseo de acumular riqueza, aún no ha llegado hasta allí. La humanidad debe hacer esfuerzos serios para frenar la crisis ambiental. Y tales esfuerzos no pueden ser únicamente educativos, como enseñar a los niños a depositar los desechos de la merienda en la cesta de la basura o decirles a los conductores que no usen muy a menudo la bocina de su auto.
Se requiere un esfuerzo muy grande para que la humanidad entienda que la única riqueza no es la cuenta bancaria con varios ceros a la derecha sino el maravilloso prodigio de que uno de los más importantes elementos para garantizar la vida, como lo es el oxígeno está en todas partes y no es necesario extraerlo del fondo del mar o de las entrañas de la tierra. ¡Esa sí es una riqueza! Y pensar que pueden echarla a perder quienes tratan a toda costa de construir la otra riqueza, la de las cuentas bancarias con cifras estrafalarias e, incluso, para la gente pobre de todo el mundo.
El esfuerzo que proponemos debe ser integral para despertar la conciencia ambiental entre los niños que van a la escuela pero también entre los millonarios del mundo y de ésta manera Keyla no tenga necesidad de hacer un viaje diario de tres horas para buscar agua turbia y contaminada, sino que pueda ser feliz disfrutando, como todos los niños de todas las familias del mundo de agua pura y a su alcance. Y en la ranchería el viejo burro de carga disfrute de una vejez feliz dedicado recibir de su antiguo amigo, el árbol de trupillo una buena provisión de sombra y alimento.
Lo bueno que vaya a hacer hoy, hágalo bien, por usted, por su familia y por su país. ¿Ya leíste Maicao al Día?
Registro automático