Corrupción como modus vivendi
En México, uno de los problemas más grandes y que más amenazan la funcionalidad del país es la corrupción. Como ciudadanos la vemos presente en todas partes, pero difícilmente hacemos algo para detenerla, mucho menos erradicarla. Y es que es muy fácil criticar a los funcionarios públicos y a los grandes empresarios cuando se descubre que están siendo corruptos, pero no nos damos cuenta de que tristemente, en nuestro país, la corrupción ya no está relacionada únicamente con el gobierno, o la policía, sino que se ha convertido en un elemento de nuestra cultura. Como ciudadanos, identificamos un acto de corrupción y nos quejamos de ello, pero no reconocemos que al darle “una mochada” a un policía para que no nos multe, por nombrar un ejemplo, también estamos siendo corruptos. La gran cuestión es ¿en qué momento pasamos de ser los mayores defensores de la justicia y los enemigos número uno de la corrupción, a ser los autores de la misma?
Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), la corrupción en México no sólo conlleva costos económicos, sino también de materia política y social. Dentro de los costos económicos que aparecen en un país como consecuencia de la corrupción se encuentran: un menor índice de inversión, pérdida de ingresos en las empresas, piratería y pérdida de empleos, así como un decremento en el PIB. Cuando se habla de costos políticos a raíz de la corrupción nos encontramos con insatisfacción con la democracia y crisis de representación, la cual está basada en la falta o pérdida de confianza en los partidos políticos, legisladores e instituciones del sistema judicial. Finalmente, pero definitivamente no menos importante, existen costos sociales que atentan contra el bienestar de las personas de una ciudad, estado o país, así como altos índices de violencia (Casar, 2015).
De acuerdo al índice global de corrupción del año pasado (2017), México se encuentra en la posición 135 de 180 países -siendo el número uno el país menos corrupto- con 29 puntos, uno menos con relación al puntaje del 2016. La corrupción y violencia frenan la evolución del país, es por eso que un estudio ha revelado que México debería de enfocarse en asegurar un sistema de anticorrupción asertivo y eficaz a lo largo de todo su territorio, así como crear una fiscalía general de la república independiente para asegurar que dicho sistema no dependa de la política, ni de intereses privados (Redacción Animal Político, 2018).
Sin duda alguna, el fenómeno de la corrupción va de la mano de una de las más grandes faltas del sistema judicial que existe en nuestro país: la impunidad. De tener tribunales honestos y justos, todo aquel que cometiera un acto de corrupción, recibiría una sentencia adecuada, según dicta la ley. Sin embargo, los altos mandos del poder judicial también caen en esta red de corrupción, dejando libres a quienes puedan pagar el alto precio del silencio.
Para asegurarnos de que verdaderamente exista un cambio, como ciudadanos debemos dejar de lado el conformismo y todas las ideas y pensamientos que nos llevan a quedarnos callados cuando presenciamos un acto de corrupción. En el 2017, el Inegi reveló que el 14.63 por ciento de los encuestados han padecido un acto de corrupción en su contacto con algún servidor público, mientras que el ámbito en el que los encuestados indicaron se encuentra más corrupción es el de seguridad pública, donde el 59 por ciento estableció haber padecido corrupción (Quintana, 2018).
María Amparo Casar se refiere a la corrupción como un problema de oferta y demanda, que se encuentra presente no sólo en el sector público sino en las empresas, de las cuales el 44% han sido partícipes de este fenómeno. En el 2013, el Inegi registró más de 4 millones de actos de pequeña corrupción. Sólo el 2% de los delitos de corrupción son castigados (UNAM). Los ciudadanos no nos damos cuenta de que cuando nosotros cometemos esos pequeños actos también nos convertimos en corruptos, sin importar las excusas que muy seguido nos ponemos a nosotros mismos como: “todos lo hacen” o “si no lo hago yo lo va a hacer el que sigue de mí”. El Barómetro Global de la Corrupción del 2013, reveló que el 88 por ciento de los mexicanos están conscientes de la existencia de la corrupción en el país y creen que es un problema fuerte y sumamente frecuente, sin embargo no dejamos de fomentarlo. Esa es la principal razón por la cual si no estamos siendo parte de la solución, entonces somos parte del problema. Como mexicanos somos los primeros en gritar nuestra inconformidad y disgusto cuando estos actos suceden lejos de nosotros, pero dejamos de ser los mayores enemigos de la corrupción cuando ésta actúa a nuestro favor. Sin duda alguna, esta hipocresía es la que ha llevado a nuestra sociedad a la perdición en cuanto a este tema, y queda únicamente en nuestras manos dejar de lado estos actos, sin importar lo convenientes que puedan resultar para nuestro beneficio personal, y ver por el bien común del país, para darle un giro a lo que, desgraciadamente, hoy en día se ha vuelto un elemento demasiado presente en nuestra forma de vida como cultura y nación, que lejos de hacernos prosperar como país, ha generado una enorme inconformidad y retroceso.

Paulina Esquivel Orozco





































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