Una sola España
Sánchez será investido presidente, probablemente con apariencia de ir en solitario, pero no, necesita de Podemos. No le apetece, ni quizá le conviene, pero tampoco puede prescindir de ellos. Una cosa es la investidura, pero tan importante e imprescindible para su supervivencia en La Moncloa es la aprobación de los presupuestos. Por ello, necesita ir dando pasto a los diferentes grupos que le muerden la pernera del pantalón.
Por un lado están los de la España roja, esta facción necesita puño en alto, bandera republicana y su “memoria histórica”. Ven con buenos ojos los pactos con los comunistas de Podemos. Ya ya, ya sé lo de Galapagar. Pero los hay mucho más influyentes e incluso más ricos que Pablo Iglesias, por ejemplo Roures, auténtico cocinero en la sombra de la España rojo-republicana y de la nación de naciones.
Por otro lado, los seguidores de los varones constitucionalistas, o sea, socialistas que prefieren mirar hacia adelante, que no reniegan de la bandera de España y están cómodos con la Jefatura del Estado. Este grupo es más reticente con Podemos y verían con buenos ojos un acercamiento a Ciudadanos.
También están los independentistas, a los que como último recurso quizá tenga que acudir. Cada vez son más, gracias a la implacable máquina de moldeado de pensamiento en que han convertido la educación en los últimos 40 años. Todo ello, por supuesto, por transferencia o dejación de funciones de PP y PSOE.
Y por último, el entorno internacional ladra a Sánchez y le advierte con los peligros de una política expansiva con el gasto público. Además, con la izquierda europea en profunda crisis, seguro que Sánchez aspira a ser el adalid que alumbre su renacimiento.
Ésta es la situación actual, que nos hace ser diferentes al resto de países occidentales, y no por la siesta o el jamón ibérico. Lamentablemente estamos más pendientes del retrovisor que de la carretera, y mientras se siga dando fuelle a las dos Españas, cada una por su lado, desenterrando a Franco o glosando sus gestas, no seremos capaces de avanzar como sociedad y País. Y en ese caldo medran los nacionalistas y los antisistema.
Qué mejor ejemplo que la unificación de Alemania. Aquí no hace falta integrar territorios, sólo orgullo de pertenencia a una Nación, la española.
Se necesita una sociedad sin prejuicios de lo que pasó con su padre, hermano o abuelo, en los Trenes de la Muerte, o en la fosa común de sabe Dios dónde. Por qué el hijo de un asesinado por la España roja no va a poder tener un pensamiento más alineado con la socialdemocracia, o a la inversa. La inteligencia debería liberarnos de los prejuicios, y no que sean éstos los que decidan nuestra línea de pensamiento, que por supuesto puede cambiar.
Disfrutamos de un País sin igual, con el mejor y más preparado Jefe del Estado que podríamos elegir. Qué pena tanto odio y estrechez de miras.

El sabio puede cambiar de opinón, el necio nunca





































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