Tarde para volver (1er. capítulo
CAPITULO 1
Eran las 19.30 de la tarde. El avión de Alex acababa de aterrizar en Bristol.
Durante todo el trayecto que duró el viaje se había estado preguntando como le iría. Aunque repetidamente se decía a si mismo que no debía pensar, no podía evitarlo.
Se imaginaba las mil y una formas en que reaccionaría si se llegaba a presentar el problema.
-Basta ya, Alex! -Se decía, pero, sólo un segundo mas tarde, estaba de nuevo haciéndose la misma pregunta.
Al bajar del avión, apresuró sus pasos. Quería ser uno de los primeros en llegar al control de Aduana.
Quería en realidad que para bien o para mal todo pasara por fin.
Llegó a la ventanilla repitiéndose mentalmente que tratara de mostrar total indiferencia ante el trámite.
El empleado miró su pasaporte. Lo miró a él y volvió a mirar el pasaporte. Luego lo chequeó en su ordenador.
Este trámite que generalmente dura unos segundos, lo vivió como una eternidad.
Le preguntó por fin si venía por placer o por negocios y cuánto tiempo permanecería en Inglaterra.
Alex respiró aliviado. Todo estaba yendo bien después de todo.
Le contestó que venía a visitar a sus padres y se quedaría 10 o 15 días.
-Disfrute su estancia- le había dicho, al tiempo que le devolvía el pasaporte.
Sintió que unas gotitas de sudor que habían querido aparecer en su frente, se frenaban.
Respiró profundamente y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro al contestarle -Gracias, no dude que lo haré-.
Alex se encontraba otra vez en Inglaterra, después de 5 años de ausencia!
Sintió una extraña sensación de felicidad. Había pasado la aduana sin ningún inconveniente. Se felicitó a si mismo por haberse animado.
Su padre había ido a buscarlo al aeropuerto.
Al verlo le había mostrado el pasaporte con una sonrisa, confirmándole de esta manera que no había tenido ningún inconveniente en la aduana.
El padre le sonrió a su vez demostrando que había entendido el mensaje.
Se abrazaron mientras ambos reían ante la felicidad del regreso.
-Lo has logrado! -Le había dicho su padre.
-Así es papá, valió la pena todo el miedo que sentí hasta el momento que me devolvieron el pasaporte-.
Cleve llamó a Kelly para darle la buena nueva. -Todo ha salido OK- le había dicho.
Ambos se dirigieron al estacionamiento donde Cleve había dejado el auto.
En el camino iba reconociendo las cosas que habían quedado grabadas en su memoria antes de partir.
Le parecía que todo, absolutamente todo estaba exactamente igual a los recuerdos que tenía de ellos.
Carreteras, árboles, casas, negocios.
La gasolinera donde solía ir a cargar el tanque de su auto de adolescente, un Mini Cooper negro de dos puertas con muchos años de estar rodando, pero al que consideraba parte de su vida, seguía teniendo como dependiente a Kurt, un hombre de edad irreconocible pues siempre se lo veía igual.
Desde la época que acompañaba a su padre a cargar combustible en su coche, Alex recordaba su cara siempre sonriente, llena de arrugas, con sus ojos celestes llenos de vida y una sonrisa para el cliente. No recordaba haberlo visto triste jamás. Lo vio desde lejos. El no podía verle pero igual le sonrió.
Cuando llegaron a la puerta de su casa Alex sintió que muchos recuerdos de su vida volvían a agolparse en su memoria.
Saludo a su vecino y su esposa que, curiosos y probablemente sabiendo de su llegada, estaban en la vereda.
Ellos le respondieron con la misma sonrisa de siempre.
Les hizo un gesto para hacerles saber que pasaría mas tarde a saludarlos.
Recordaba perfectamente las galletas que cocinaba Helen.
Siempre encontraba una excusa para ir a su casa para que lo convidara con ellas. Eran de chocolate, crocantes y tiernas a la vez. Se preguntó si las seguiría haciendo ahora que sus hijos habían crecido y se habían marchado del pueblo. Probablemente no. Pensó que sería una maravillosa sorpresa que cuando fuera a saludarla volviera a oler el aroma de las mismas.
Al abrir la puerta reconoció enseguida el olor que emanaba de la cocina de su madre. Kelly había preparado su comida favorita: cordero con coliflor gratinado, y vegetales frescos.
Abrazó a su madre con afecto, saboreando por anticipado por el aroma de la comida que su madre le había preparado. Ella siempre lo esperaba así.
Cuando lo vió sus ojos se llenaron de lágrimas. No se había sentido muy segura de que su hijo estuviera haciendo lo correcto pero él no había querido escuchar razones. Y ahora lo tenía frente a ella y todo estaba en orden y su alegría no tenía límites.
Hacía mas de un año que no lo veía, y lo encontró tan aplomado y maduro!. Qué diferente a ese jovencito que vio partir intempestivamente una noche! Ahora era un hombre.
Todo se debe a Mabel, pensó feliz, la novia que compartía la vida de su hijo en España desde hacia casi 3 años.
La había conocido cuando fue a visitar a Alex a España, la primera vez, con su marido y su otro hijo, y había aprendido a quererla mucho.
Ella era una muchachita muy amable que disfrutaba atendiéndola y ofreciéndole una hospitalidad y una calidez asombrosa, que Kelly no sabía cómo agradecer.
Solían tener largas charlas por las tardes.
Durante quince días habían aprendido a ser amigas, a apreciarse y valorarse mutuamente.
Kelly agradecía a Dios que esa muchachita rubia, de ojos azules verdosos y sonrisa encantadora, hubiera irrumpido en la vida de su hijo.
En una de esas tardes donde ambas conversaban sin parar, Mabel le había contado a Kelly las circunstancias por las que ella se encontraba viviendo en Madrid, y todo lo referente a su relación con Alex.
Comenzó contándole como había sido su vida en Uruguay, su pasión por el idioma inglés y todo lo que le había pasado aquel día en que le habían llamado la atención en el trabajo por primera vez en los casi tres años que estaba trabajando allí, y como horas más tarde había descubierto a su novio con su mejor amiga.
Le explicó como decidió alejarse de todo aquello a la vez que cumplía con sus deseos de viajar y conocer. Le dijo también que si bien sus padres no habían estado conformes con su decisión por temor a que se encontrara demasiado sola, habían terminado apoyándola en todo.
También le contó a Kelly cómo había conocido a Alex y cuales habían sido las razones que la habían hecho acercarse a él.
-Ambos trabajábamos en la misma empresa y nos encontrábamos al entrar y salir de nuestras respectivas secciones- le dijo- y al mirarnos nos sonreíamos mutuamente como si fuéramos viejos amigos. A mi me pareció desde un principio un chico que necesitaba ayuda y como yo siempre tengo necesidad de ofrecerla espontáneamente, me acerqué a él, y poco a poco me fui enamorando- le había dicho.
-Cuando él me contó sobre sus pesadillas y sus desventuras con las chicas que huían ante ellas, supe que yo podía llenar el vacío que había vivido durante esos dos años en la isla- había comentado orgullosa.
No tuvo inconveniente en contarle que cuando ellos se conocieron él acostumbraba a emborracharse y fumar marihuana, todas las noches. Sabía que estaban al tanto del tema, por lo que nunca pensó que estaba contando algo privado o que pudiera molestarle.
-El no sentía que estaba haciendo algo incorrecto- le había dicho - puesto que creía que eso le ayudaba a conciliar el sueño y que aunque las pesadillas lo siguieran despertando por las noches, no lo desvelaban dejándole ese sabor amargo en la boca del que no podía desprenderse -
Le dijo además que Alex le había confesado que había encontrado tanta paz, tanta serenidad y tanta dulzura en la sonrisa que ella le dispensaba, que sin darse cuenta, sintió que ya no quería alejarse nunca de su lado. Que sentía que ella era un verdadero remanso de paz que lo despertaba a una vida mejor.
Le explicó cómo habían decidido irse a vivir juntos, cuando casi no se conocían todavía.
-Yo alquilaba un piso con dos chicas a las que conocí respondiendo a un anuncio en una biblioteca, como hacen la mayoría de las personas que emigran solas, y él compartía con dos muchachos que desconocía hasta el momento que comenzaron a vivir juntos. Por eso pensamos que si teníamos que compartir con alguien para poder alquilar, lo mejor que podíamos hacer era compartir entre nosotros. Así fue como nos decidimos, sin pensarlo demasiado. Simplemente nos pareció una idea lógica y hoy, no dudo que lo fue-
La idea de irse a vivir juntos, que había nacido en un principio como una manera de liberarse de esas personas con las que compartían una amistad relativa, nacida sólo por las circunstancias, no les había permitido darse cuenta que, en realidad, lo que les había hecho tomar esa decisión, era lo que sentían el uno por el otro. Una atracción que traspasaba los niveles del sexo físico. Una necesidad el uno del otro muy fuerte y un deseo de tener una vida en común.
Le comentó que la elección del departamento había sido tomada porque estaba muy cerca del trabajo.
Sus horarios coincidían, lo que les permitía diariamente ir y venir juntos, tomados de las manos, aunque ya ninguno de los dos fueran adolescentes.
Y siguió contándole como juntos, también, preparaban la cena, y que generalmente eran comidas rápidas. Alguna hamburguesa, un entrecot, un omelette, una pizza. Eso sí, siempre acompañaban su comida con una ensalada o vegetales hervidos.
-Alex me fue acostumbrando a esta asociación pues me dijo que tú jamás preparabas una comida sin ellos, y me enseñó a comer vegetales diariamente- le dijo.
Kelly se sintió muy halagada con esta observación pues ella consideraba que los vegetales eran el principal alimento para vivir una vida saludable y pudo comprender de esta forma que su enseñanza había sido escuchada por su hijo.
-Al principio, me había resistido, pues prefería otro tipo de acompañamiento, pero luego comprendí lo saludable de la dieta y la adopté, y hoy me alegro mucho por el cambio. Aquí, en España, están haciendo mucho hincapié en la dieta baja en grasas y me han convencido de lo importante que es si queremos estar saludables. Los días que no tenemos que ir a trabajar compartimos los preparativos de una comida bien elaborada. A los dos nos gusta cocinar, pero también la acompañamos con muchos vegetales- le acotó sonriente. -Hemos comprado libros de recetas inglesas y uruguayas y las combinamos-.
Las charlas de este y otro tipo continuaron sin cesar entre las dos y eso las llevó a conocerse con bastante profundidad.
Por su lado Cleve y Alex también conversaron bastante. Tenían tres años de ausencia para contarse.
Alex le contó cómo, con mucho cariño, Mabel le fue enseñando que sus hábitos alcohólicos y de drogas no lo llevaban por buen camino.
-Cuando yo le expliqué que había empezado a usarlos, tal vez un poco indiscriminadamente, cuando las pesadillas me atormentaban casi todas las noches, tuvo una idea tan dulce que me dejó casi sin aliento-, le dijo emocionado a su padre.
-Besándome tiernamente me dijo que, cuando esas pesadillas comenzaran, me abrazara fuertemente a ella, que no le importaba si estaba durmiendo y la despertaba. Que buscara en su abrazo el calor necesario para tomar conciencia que, sólo eran eso, pesadillas, y ya no sintiera esa inquietud que me llevaba a desvelarme. De una manera muy sutil me ayudó a comprender que su abrazo sería mucho más efectivo que las drogas o el alcohol.- le comentó emocionado a su padre.
-Mabel fue la única mujer que en lugar de salir corriendo, asustada, me ofreció ayuda y compañía y nunca voy a poder terminar de agradecérselo-.
Alex no sólo reconocía el valor sino que se maravillaba por esta actitud de parte de ella, en la que dejaba bien claro su sensibilidad y el amor que sentía por él.
-Lentamente me fue convenciendo con ternura y besos, y, aunque no fue de un día para otro, consiguió sus propósitos- rió.
-No habían pasado muchos meses de estar juntos, cuando dejé por completo la marihuana. Poder desprenderme del alcohol fue mas problemático probablemente, porque desde los 16 años, acostumbraba a emborracharme junto a mis amigos cuando salíamos los fines de semanas en busca de chicas con quien vivir la aventura de una noche- y agregó -Las discotecas incitan a casi todos los adolescentes a hacerlo. Y yo no era ni más ni menos que simplemente eso, un adolescente más. Por eso en este tema habíamos firmado un acuerdo. Sólo me emborracharía en fiestas o en ocasiones especiales-.
Cleve lo escuchaba muy atentamente, especialmente porque nunca había visto a su hijo tan enamorado.
-Yo acepté la propuesta, pero tengo que reconocer que al principio la dejaba de lado con mucha frecuencia, emborrachándome cuando me reunía con algunos de mis amigos. Fue entonces que ella endureció sus términos y me espetó a cumplir con lo pactado o de lo contrario, pese a que no era su deseo, no iba a continuar con la relación. Por ese motivo, me fui adaptando a estas reglas y, cumpliéndolas con regularidad, aunque tengo que reconocer que me costó mucho- dijo con gesto de angustia. -No quería perderla y sabía que ella no me estaba simplemente amenazando. La creía capaz de abandonarme y a esta altura de la relación me hubiera sentido terriblemente desolado- y continuó -Y con mucha valentía y tesón, consiguió sus propósitos- espetó alegre.
-Al cabo de un año me ajustaba a esas reglas establecidas y le agradecía a Mabel todo lo que estaba haciendo por mi. Por supuesto me sentía mejor sin abusar del alcohol y no usando drogas!. Logró que cambiara mi vida y comencé a sentirme fortalecido a su lado, consiguiendo recuperar mi autoestima, que te garantizo que la tuve perdida por mucho tiempo- exclamó con tristeza.
-He seguido teniendo algunas pesadillas, pero no tan frecuentes, y siempre encontré el abrazo cariñoso de Mabel para salir de ellas- afirmó.
Cleve, al principio, no podía creer que existiera una persona así, capaz de dar tanto por amor, y se lo hizo saber a su hijo. -Cuídala mucho- le había dicho,- personas como ellas hay muy pocas y es una bendición que te haya tocado en el reparto. No cometas un error que te haga perderla-.
-Tengo toda la intención de cuidarla, papá no te preocupes. Yo también tengo muy claro lo que me acabas de decir y ni siquiera por un instante dudes que no haré todo lo que pueda por vivir el resto de mi vida junto a ella- respondió Alex.
Cuando Kelly unió los relatos de ambos, comenzó a sentir por Mabel respeto y admiración. Su cariño fue aumentando a la distancia y hoy, al ver a su hijo, no pudo menos que recordar cada detalle de todo lo que le concernía y volver a dar gracias en silencio.
Alex recorrió lentamente con la mirada cada rincón de la casa. Quería reencontrarse con cada objeto que había sido parte de su vida y que hacía 5 años no veía.
No había habido cambios. No que al menos él pudiera notar. Todo parecía igual a esa última noche que había estado allí.
Sólo faltaba su hermano que todavía no había llegado del trabajo.
Le pareció extraño pensar en su hermano ya hecho un hombre! Lo había dejado cuando tenía 14 años.
Lo había visto solo dos veces desde entonces, en las dos oportunidades que él viajara a España.
Sintió que le dolía la mejilla al recordar la bofetada de su padre.
No podía creer que hubiera pasado tanto tiempo y tantas cosas en su vida!
Esa noche fue un reencuentro con su adolescencia. Los cuatro sentados a la mesa, recordando tantos momentos juntos y tantos separados!
Pero se sentía extrañamente distinto.
Como si ya no perteneciera totalmente a ésa, su familia.
Le parecía que todo lo vivido en los últimos tiempos le había cambiado sus sentimientos. Era una sensación extraña que no podía definir.
Supuso que sería por la emoción del regreso y dejó de pensar en ello.
Recordó que le había prometido a su vecina ir a visitarla, pero no tuvo ganas de hacerlo. -Iré mañana- se dijo.
Otros recuerdos se hicieron vívidos en su mente.
Se puso a pensar en Sophie, la novia que dejó al partir, y en Pete, su mejor amigo de toda la vida.
Pensaba tratar de ubicarlos a la mañana siguiente. No sabía muy bien que iba a decirles, pero sí sabía que quería pedirle perdón a ambos.
Seria un perdón tardío, pero perdón al fin.
Lo entenderían? Que les contestaría a sus porqués?
Todavía no lo sabía, pese a que llevaba mucho tiempo pensando en eso. No tenía idea de cómo iba a sortear esa dificultad.
Esa noche Alex durmió muy bien. Ninguna pesadilla vino a interrumpir su sueño, pese a que, por primera vez en los últimos 3 años, dormía solo, sin el abrazo tierno de Mabel para confortarlo.
Cuando despertó, sus padres y Bob, se habían ido a trabajar.
No sentía muchos deseos de desayunar. Solamente pensaba en encontrarse con Sophie y Pete.
Buscó en la guía telefónica, pues había olvidado el número, y llamó a la casa de los padres de Sophie.
No se animó a decirles quién era. Les dijo que era un viejo amigo del instituto, pero sus padres le contestaron que ella ya no vivía allí y no quisieron darle su nuevo teléfono a un desconocido.
Busco en la guía nuevamente. Sophie no aparecía. Buscó entonces a Pete.
Al fin encontró un Grant, Peter y llamó.
Una voz muy dulce y ligeramente grave, que reconoció inmediatamente, se oyó al otro lado del teléfono.
Con voz balbuceante dijo- ¿Sophie?-.
-Si -, respondió, también balbuceante y casi sin sonido del otro lado.
-Alex? ……Alex- volvió a repetir….. -Eres tú?-
-Si- respondió Alex, -soy yo-.
Se sucedió un silencio, que Alex rompió al decir:
-He regresado ayer y mi primera intención fue llamarte, al igual que a Pete.
Busqué tu número en la guía telefónica, después de haber llamado a la casa de tus padres y que ellos me dijeran que no vivías más allí, pero no lo encontré-.
Alex dudó un instante. Quería hacerle una pregunta, pero no se animaba.
Por fin, lo hizo.
-Sophie, se que han pasado muchos años y que no tengo ningún derecho a hacerte esta pregunta, pero, éste es el número que figura en la guía con el nombre de Pete?-
-Si, en efecto- respondió Sophie,- es mi marido-.
Alex se quedó sin habla. Su mejor amigo y su novia estaban casados?
Bueno, y que esperaba?
Que ella estuviera esperando su regreso, con sus brazos abiertos, para abrazarlo y besarlo?
Y si así hubiera sido, que hubiera hecho él, ahora que Mabel estaba en su vida?
Tardó unos instantes en reaccionar, y luego, lentamente, midiendo sus palabras, y con mucho esfuerzo, pues sentía que le faltaba la respiración, Alex le dijo que la había llamado para pedirle perdón.
Que tenía muy claro que no servia de mucho después de tantos años, pero quería pedirles perdón.
-A tí y a Pete, por haberme marchado sin una explicación-.
Le pareció escuchar un profundo suspiro del otro lado.
Después de tomar aire, con un hilo de voz, le oyó preguntar:
-¿Alex, porque me abandonaste? Porqué te marchaste sin una explicación, sin un porqué?-
-Es muy difícil de explicar- le contestó. -Probablemente no podrías entenderlo, es mejor que las cosas queden como están. Sólo quería que supieras que lamento haberte dejado sin una carta, un llamado, un mensaje, un aviso. Lo lamento profundamente aunque te cueste creerlo. Sophie, se que es difícil entenderme, pero es verdad. No puedes imaginarte cuanto siento haberme ido en esas circunstancias-.
-Pues por muy difícil que me resulte entenderlo, podrías intentar explicármelo. Por favor!- le pidió con voz suplicante Sophie. -Hace cinco años que espero esa respuesta. Creo que me lo debes- espetó.
-Lo sé- dijo Alex, -pero no sé como explicarlo-.
-Empieza por el principio, por el medio por el final, por donde quieras, pero empieza por favor-.
-Lo siento Sophie, no puedo hacerlo por teléfono, y creo que no tiene ningún sentido intentar que comprendas mi decisión. Ojala puedas perdonarme algún día. Sólo puedo decirte que no fue porque había dejado de amarte que me fui. Fueron ciertas ….- Alex tomó aire tratando de encontrar las palabras adecuadas-…. complicadas circunstancias la que me obligaron a irme. Una decisión inesperada e involuntaria. Pero que no tenía nada que ver con nuestro amor de entonces. Es todo lo que puedo aclararte-. Y agregó -Me alegro encontrarte casada y con mi mejor amigo, que es una persona estupenda. Me alegro muchísimo por los dos-.
Su voz se entrecortaba, las lágrimas querían aflorar a los ojos celestes de Alex y él trataba con esfuerzo de contenerlas.
No quería que Sophie lo notase.
-Dile a Pete de mi parte que siempre estará en mi corazón al igual que tú, no importa donde esté. Que intente perdonarme-.
-Se lo diré,- contestó Sophie- pero no creo que las cosas sean tan simples como las ves tú. Él jamás comprendió tu actitud. Ninguno lo hizo. Está muy enojado contigo. Por él, por mí, por todo. No creo que pueda servirle tu pedido de perdón sino lo acompañas de una explicación-.
-Lo entiendo -dijo Alex- lo entiendo perfectamente, pero díselo de todas maneras-.
-Alex, por ultima vez te lo imploro, contéstame, dame una razón, por favor. No sabes cuanto necesito escucharla!- le dijo suplicante.
-Es mejor que dejemos las cosas aquí, Sophie. Es mejor para todos-. Y colgó.
Ya no podía seguir hablando. Sabía que lo menos que tendría que ofrecerle a Sophie sería una explicación, pero no encontraba ninguna que no fuera la verdad, y ésta no podía decírsela.
Se sentó en el sofá, y se quedó pensando en su vida.
Nuevamente volvió a cuestionarse si había sido correcto lo que habían decidido hacer con su padre aquella noche.
-En realidad- se dijo, -yo no decidí nada, sólo acaté las indicaciones de mi padre, pero esto no me libera de ninguna culpa porque pude haberme negado. Pero la verdad es que no lo hice y no se puede volver al pasado para vivir un universo alternativo y poder comparar así, cuál hubiera sido la decisión más correcta-
Estaba totalmente ensimismado en sus pensamientos cuando sonó el teléfono. Era Sophie.
-Alex - dijo con voz grave y enérgica, - yo sí tengo algo que contarte y, a diferencia de ti, quiero hacerlo. Necesito que nos veamos. Puedes venir?-
-Por supuesto. Donde quieres que nos encontremos?-.
-Recuerdas el bar en el que solíamos encontrarnos, en la esquina de la casa de mis padres?-
-Claro- respondió Alex.
-Nos veremos allí en una hora- y colgó.
La casa de sus padres estaba a 10 km de la de los padres de Sophie.
Ellos se habían mudado cuando Alex tenía 14 años. .
Alex se duchó, tomó un té caliente y se encaminó al bar. Su madre le había dejado su coche para que pudiera movilizarse todo lo que quisiese.
Llegó 20 minutos antes de la hora fijada.
Se sentó, pidió un café y se dispuso a esperarla.
Cuando la vio entrar, su corazón empezó a latir apresuradamente.
Cuánto la había querido!
Estaba tan hermosa como la última vez que la había visto.
Su cabello largo, lacio y oscuro le llegaba a la mitad de la espalda. Sus ojos oscuros y penetrantes tenían la misma intensidad de siempre, aunque sus movimientos parecían más aplomados.
Por supuesto, había dejado atrás la adolescencia y ese andar desgarbado tan propio de ella!
Ahora era una señora casada.
Ella en cambio lo encontró totalmente diferente.
Ya no tenía ese corte de cabello de adolescente que a ella le gustaba tanto, ni usaba esa ropa informal con que acostumbraba a verlo.
Casi siempre vestía lo mismo, un jean, una remera o un sweter, según el clima que hiciese, y su clásico gorro de lana.
Ahora lucía una camisa celeste que hacía juego con sus ojos que resaltaban del marco de su cara, y un pantalón negro.
En lugar de calzado deportivo tenia zapatos.
Muchos recuerdos se agolparon en la mente de ambos.
Tantas veces se habían reunido en ese bar!
Que distintos eran ambos entonces! Sólo pensaban en hacer el amor y compartir una película o una serie juntos.
La felicidad y el amor que sentían mutuamente eran parte diaria e integral de sus vidas y ninguno pensaba que algo pudiera alterarla.
Se sentó frente a él y pidió un café.
Se miraron intensamente durante unos minutos mientras se lo servían.
Ninguno de los dos sabía como empezar la conversación. Ambos estaban nerviosos. Muy nerviosos. Cada uno tenía sus propios motivos para estarlo.
Por fin Sophie carraspeó y le dijo;- Hola-
-Hola- le respondió,- estas bellísima-.
-Gracias, tú tampoco te quedas atrás. Pero no he venido para que nos adulemos. Necesito ponerte al tanto de las cosas que me ocurrieron cuando te marchaste. Sucedieron muchas cosas desde entonces y algunas de ellas te conciernen directamente-.
Alex la miró con un signo de interrogación en su rostro. Porque habrían de concernirle las cosas que le habían sucedido en su ausencia?
-A mí tampoco me resulta fácil lo que voy a decirte, pero quiero hacerlo. Al decirte esto no te estoy reprochando el que tú has decidido guardar silencio-.
-Tal vez me arrepienta mas tarde de esta decisión que he tomado tan apresuradamente y sin consultar con Pete. Pero es que él está en el trabajo, y no me pareció oportuno llamarlo para contarle de tu regreso. Tampoco pude esperar hasta la noche que vuelva -.
Tomó su cartera y sacó de su interior la billetera. La abrió y sacó una foto.
Se la extendió a Alex.
Alex miró con asombro y sin entender nada la foto que tenía frente a él
-Quién te dio esta foto?- le preguntó.
-Nadie. Yo la obtuve con mi vieja cámara Polaroid. Recuerdas cuanto nos gustaba fotografiarnos juntos con esa máquina?-
-Y que hiciste? Un viaje al pasado para obtenerla? Ésta es una replica de una foto mía que mis padres tienen sobre la chimenea junto a la de mi hermano-.
-Lo sé, la recuerdo perfectamente. No hice ningún viaje al pasado. Simplemente, recordé esa foto y quise obtener otra, en el mismo estilo- hizo una pausa -Lo vestí lo más parecido que pude a esa foto y recién acabo de sacársela-.
-Es que todavía no reconoces lo que estas mirando? -le preguntó Sophie extrañada- Alex, él es tu hijo!-.
Alex se quedó mudo.
Sentía que no podía mover ninguno de sus miembros. Que no era dueño de su cuerpo, y mucho menos de su mente.
-Mi hijo? Mi hijo? Tengo un hijo! -No, no podía ser verdad lo que estaba escuchando. -Probablemente, estoy soñando,- se dijo, mientras sentía que su cerebro repetía- Un Hijo! Tienes un hijo!-
Miraba la foto y en su mente se hacía mil preguntas sin respuestas. Todas a la vez, sin orden, sin lógica. No entendía nada.
Pero, si de algo no tenía dudas, era que le parecía estar mirando una foto suya de su infancia.
No podía existir un parecido más grande. Además Sophie le había puesto, intencionalmente, una camisa y una corbata, como la que él usaba cuando sus padres obtuvieron aquella foto, que desde que el pudiera recordar, estaba en un porta retrato sobre la chimenea de su casa. Él vestía su uniforme escolar.
Estaba atónito. No podía articular palabra. No podía pensar. No podía moverse.
Se quedó mirando la foto, como si el tiempo se hubiera detenido y lo hubiera petrificado en esa posición.
-Alex- dijo Sophie con dulzura tratando de romper el hielo de la situación y apoyando su mano sobre la suya, -no vine aquí para pedirte nada. Ni Joey ni yo necesitamos nada de tí. Pete se encarga de amarlo y protegerlo al igual que a mí desde el día que supo que me dejaste y que yo estaba embarazada. Solo sentí que debías saberlo- y tragando saliva agregó -Algún día, tu hijo, a lo mejor quiera conocerte. Dicen que todos los chicos buscan en algún momento de sus vidas a sus padres biológicos y quería que estuvieras preparado para esa ocasión. Sólo espero que si eso ocurre, puedas explicarle a él lo que no te atreves a contarme a mi-
Trato de aguantar el llanto para poder continuar con sus palabras, lo que se le hacía cada vez más difícil. Respiro profundamente y dijo -Por supuesto, él no sabe nada aún, es demasiado chico, pero cuando tenga edad, siempre estuvimos de acuerdo, tanto Pete como yo, en contarle la verdad- Lo miró fijamente a los ojos y agregó:
-Era todo lo que tenía que decirte. Puedes quedarte con la foto si quieres, la obtuve para tí. Si no vuelvo a verte, espero que seas feliz-.
Sophie hizo un gesto como de levantarse de la silla. Sintió la mano de Alex apoyarse sobre la suya. Sintió su calor y se estremeció. Un frío intenso recorrió su cuerpo.
Él le dijo con mucha ternura:
-Espera Sophie, no te vayas, por favor. Sé que no tengo ningún derecho a preguntártelo, pero respóndeme si puedes. Y tú- dijo mirándola fijamente a sus ojos,-¿ eres feliz?-
Sophie tragó saliva y respondió.
-Tres días después de tu partida, supe que estaba embarazada. No me había hecho ningún test, pero siempre había tenido un ciclo regular. Nunca un día antes, nunca un día después. Así, que ese día, lo supe. Una semana más tarde lo corroboré con esos tests caseros que venden en la farmacia. No puedo explicarte cómo me sentí entonces! Primero tu partida, luego el embarazo. Mi vida se había transformado en poco tiempo en un caos. Sabía que mis padres me exigirían que abortase y yo estaba segura de no querer hacerlo. Por suerte ahí estaba Pete. Consolando mi llanto. Abrazando mi soledad. Compartiendo mis miedos-.
Sophie tomó un sorbo de café para tratar de deshacerse del nudo que tenía en la garganta y continuó:
-Ambos habíamos intentado saber algo sobre ti. Habíamos llamado a tus padres por separado por supuesto, preguntando sobre tu paradero, y ellos nos respondieron que te habías liado con una chica y te habías unido a una secta. La voz de tu padre parecía sincera, pero cuando esta versión la escuché de tu madre, supe que no era verdad. Su voz temblaba al hablar sobre el tema. No encontraba las palabras correctas. Balbuceaba con frecuencia. Supe que no era verdad, y también supe que no sabía en que pensar. Nunca había puesto en duda nuestro amor. Tan convencida estaba que era real y sincero y que duraría para siempre. Imagínate entonces que no podía aceptar que de pronto, tú, me hubieras dejado de querer y te hubieras ido con otra mujer. Necesitaba encontrar una razón más valedera, o por lo menos, menos dolorosa. Pero no la encontraba. Pero si voy a serte sincera, jamás creí que te habías ido con otra-.
Alex la miraba con un sentimiento de culpa y de ternura mientras relataba su angustia. No podía creer que la hubiese hecho vivir tan terrible situación.
Sophie continuaba:
-A Pete no le pareció tan ilógico lo que nos habían dicho tus padres. Tampoco había notado nada en la voz de tu madre, así que nunca se cuestionó si eso era verdad. Él estaba acostumbrado a leer historias de crímenes, y no justamente en novelas, sino en los diarios y principalmente en los libros de abogacía que un amigo de su padre le había regalado hacía tiempo, cuando supo de su deseo de ser abogado. Simplemente lo interpretó como una de las tantas cosas increíbles que había leído en los relatos de juicios. El me explicó que muchas de esas sectas reclutan a las personas casi como esclavos. No les permiten el contacto con familiares ni con el exterior. En muchos casos, el sexo, que se practica libremente y sin ningún tipo de ataduras o reglas, es el anzuelo para atraer a las personas, quienes se ven posteriormente envueltas en una red sin salida. Cuando tuvo la certeza que me habías abandonado, me contó que él siempre había estado enamorado de mi, pero como yo siempre había mostrado mis preferencias por ti desde muy niña, y puesto que tú eras su mejor amigo, jamás me hubiera confesado sus sentimientos de no ser por esta circunstancia que estábamos viviendo. No puedes imaginarte lo tierno que se mostró ante mis ojos. Me abrazaba y me besaba la mejilla, como lo hacía siempre, pero esta vez yo noté la diferencia de su beso, aún cuando no me lo había dado en los labios. Me propuso que nos casáramos en secreto y que no le dijéramos a nadie la verdad sobre la paternidad de mi hijo, ni siquiera a nuestros padres. Ya veríamos con el tiempo de encontrar el momento oportuno- y agregó:
-El sabía que yo no lo quería, pero le bastaba con saber que él me adoraba, y que quizás con el tiempo podría conseguir mi cariño. No lo pensé mucho. En seguida acepté su proposición. Era la primera vez desde que te habías marchado que sentía que estaba pensando con sensatez. Había estado tan confundida hasta entonces, tan hundida en preguntas sin respuestas. Perdida en laberintos sin salida! Fuimos al ayuntamiento y nos casamos tan pronto como pudimos, sin comentarlo con nadie. Fue una ceremonia sencilla. Ninguno de los dos estábamos vestidos para la ocasión. Habíamos ido con nuestros atuendos habituales. Le pedimos a George y a su novia, te acuerdas de él verdad? que fueran nuestros testigos. Cuando salimos del ayuntamiento, fuimos a almorzar los cuatro. Eso fue todo. No hubo más festejos. Después del almuerzo, sabíamos que teníamos que enfrentarnos a nuestros respectivos padres, que no sabían nada de lo nuestro. Fuimos primero a casa de mis padres y luego a la de sus padres y les dimos las dos noticias. A ninguno de los cuatro les gustó lo que habíamos hecho, pero ya estaba hecho y nada podían hacer para cambiarlo. Aunque muy a disgusto, no tuvieron otra opción que aceptarlo-.
Sophie no quería obviar ningún detalle, sentía que las palabras, que tanto tiempo había mantenido atragantadas, salían de su boca casi dejándola sin respiración.
-Hasta que nació Joey las relaciones con nuestros respectivos padres no fueron lo que podría catalogarse como buenas, ni siquiera regulares. Mis padres estaban muy enojados conmigo, pero los padres de Pete estaban furiosos, tanto con Pete como conmigo. También entre ellos cuatro, había discusiones. Recuerdo que la primer navidad que festejamos después de casados, habíamos acordado con Pete festejarla todos juntos. Resultó la peor navidad de nuestras vidas. Primero nos había costado convencer a nuestros respectivos padres de reunirnos en nuestra casa, y luego, cuando al fin accedieron a nuestros múltiples ruegos, en mitad de la reunión, comenzaron a discutir. Nadie recordaba como había comenzado la discusión, una simple palabra había desencadenado en otra, luego en una observación y posteriormente en un primer insulto al que luego se sucedieron unos cuantos. Finalmente los cuatro se levantaron de la mesa aún sin terminar de comer y se volvieron a sus casas, sin saludarse. Hoy que la situación familiar es distinta ninguno de nosotros deja de recordar aquella primera navidad cuando estamos reunidos, esta vez en concordia y felices, festejándola. Todo cambió cuando Joey se unió a nuestras vidas. Ambas parejas empezaron a compartir tiempo entre ellos y con nuestro hijo. Hoy son amigos inseparables. Juntos llevan a Joey a distintos paseos, juntos comparten nuestra pena cuando él está enfermo, aunque es un niño muy sano y sólo ha tenido algunos problemas virales propios de la edad, juntos compartimos su cumpleaños y las navidades, en fin somos una familia muy unida. Y Joey fue el culpable absoluto de esa unión. Con respecto a mí, no puedo decirte que amo a Pete como te ame a ti – hizo una pausa y lo miró fijamente a los ojos. Afirmó:
-Tampoco las circunstancias son las mismas. Nosotros éramos dos adolescentes jugando a querernos. No teníamos obligaciones, ni siquiera preocupaciones. Ahora somos una familia. No, no lo amo de esa manera pero lo quiero muchísimo. Ha sido un padre excepcional, y un compañero inseparable. Hace tres años, yo tuve un embarazo ectópico que me provocó una intensa hemorragia. Tuvieron que extirpar una de mis trompas uterinas. Después de eso no volví a quedar embarazada, pese a que ambos lo deseábamos intensamente. Hace más de un año me hicieron los estudios de infertilidad y me confirmaron que las posibilidades de otro embarazo eran casi inexistentes. Él fue quién me dio fortalezas para seguir adelante, justamente él, a quien ya no podría ofrecerle un hijo propio, aceptó más fácilmente que yo la situación. Ninguna mujer puede dejar de valorar una situación así, ni se le pasaría inadvertido que es la mayor demostración de un amor incondicional. Renunció a su paternidad con entereza y me dijo que ya la vida le había regalado un hijo que colmaba todas sus expectativas. “Sólo los necesito a ustedes dos para vivir feliz”, me aseguró con lágrimas en sus ojos. “Sólo a ustedes dos”- y agregó -Como verás no puedo tener a mi lado, a alguien mejor. La vida reparó con su presencia el daño que nos hiciste. Ahora debo marcharme - dijo Sophie y se levantó de su silla.
Alex dejó que Sophie se fuera sin moverse de la suya.
Se quedó sentado en el bar, pidió un whiskey y luego otro y otro.
Terminó totalmente borracho.
Decidió que no conduciría el coche de su madre.
Llamó un taxi y regresó a su casa.
Cuando el padre lo encontró borracho al abrir la puerta, su cara, como siempre, enrojeció violentamente.
Gritando le preguntó al tiempo que se asomaba por la ventana, para ver si estaba el coche de Kelly.
-No habrás venido conduciendo, verdad?-
-Por supuesto que no, papá, volví en taxi-.
-Se puede saber que significa esta borrachera a esta hora de la tarde?-
-Estoy muy cansado para explicar nada papá- contestó Alex lacónico.- Me voy a la cama-.
Pero se tiró sobre el diván, quedándose al instante profundamente dormido.
Su madre cogió una manta y lo tapó.
Su padre seguía maldiciendo por ver a su hijo en ese estado.
Ella intentó tranquilizarlo, pero no era fácil hablar con Cleve cuando estaba enojado. Jamás aceptaba razones.
Cuando despertó era de madrugada, sus padres y su hermano dormían.
Estaba todavía mareado por efecto del alcohol, y tenia una cefalea intensa.
Se levantó y se dirigió a la cocina. Hurgó entre los medicamentos de su madre hasta encontrar el paracetamol. Se tomó dos comprimidos y se dirigió a su habitación.
Volvió a quedarse profundamente dormido apenas apoyó su cabeza en la almohada.
Cuando volvió a despertarse era todavía muy temprano.
Era sábado, así que tanto como su hermano y sus padres no se levantarían tan temprano como de costumbre.
Se quedó tendido en la cama. Quería intentar poner en orden sus ideas.
Tarea casi imposible.
Qué iba a hacer de ahora en más? Que actitud tendría frente a su hijo?
Iría a su casa y le diría: - Hijo, aquí estoy. No sabía de tu existencia por eso no vine antes.!!! ¿??-
O le diría; -Jamás tuve intención de abandonarte pero aquí estoy y de ahora en más seré un verdadero padre???. El ya tiene un verdadero padre para que querría tener otro?-.
Su hijo tenía sólo 4 años. Podría entender algo?
Y en ese caso, que sería del otro padre que él conocía como suyo?
-Cómo se le explica a un niño de 4 años una situación como esta?- se preguntaba Alex sin cesar.
Que rol podía tener él en esa familia, ya conformada desde hacía tiempo?
Quién era él para venir a alterar un orden ya establecido y que funcionaba perfectamente?
Se iría entonces? Sin más. Como había venido y como si no se hubiese enterado de nada?
Con que palabras explicaría más adelante, cuando hubiera formado su familia, este abandono a sus otros hijos?
Cómo se lo diría a Mabel?
Mabel! que no sabía nada de su pasado.
Como se lo explicaría a Joey, cuando llegado el momento, quisiera conocerlo?
No, no podía volver a huir!
Pero tampoco sabía como enfrentarse a esta situación
Bajó a la cocina, se preparó un té, y se quedó sentado frente a la taza humeante, sintiendo como el humo del té le nublaba la vista.
Sus pensamientos parecían golpearle la cabeza en forma desordenada.
Aparecían imágenes como flashes, preguntas sin respuestas., dudas y temores. Todo junto, confundiéndolo de una manera atormentadora.
Estaba sentado frente a la taza de té aún sin probar, cuando bajó su madre.
No sabía el tiempo que había estado sentado allí pero el té estaba helado, así que debía ser desde hacía un buen rato.
-Hola hijo- fue el saludo de Kelly, junto a un beso cariñoso. -Cómo te sientes? -
Alex se levantó de su silla y se abrazó fuertemente a ella.
No era muy frecuente este tipo de reacción por su parte, así que Kelly lo miró asombrada.
-Hijo, que te ha pasado ayer?. Con quién te encontraste?-
-Con Sophie, mama, con Sophie-.
-Y que te ocurrió para terminar emborrachándote como lo hiciste?-
Alex fue a buscar su billetera, sacó la foto y se la mostró a su madre. No sabía cómo empezar a explicarle!
Su madre dio un respingo.
Quien era ese niño, tan extraordinariamente parecido a su hijo?
Miro a Alex con cara de duda y de pregunta.
Alex comenzó hablando en tono muy bajo. Se sentía extenuado y sentía que la situación lo quebraba.
-Sophie estaba embarazada cuando me marché- le dijo Alex casi en un suspiro y sin respirar. -Es mi hijo, mamá. Entiendes lo que te digo, ES MI HIJO-.
Kelly no salía de su asombro, miraba esa foto una y otra vez.
-Alex- dijo llena de emoción Kelly, cuando pudo reaccionar.- Esta es una noticia fantástica! -
-Tienes un hijo del que no sabías su existencia hasta ahora, pero cuya madre es la mujer que has amado desde que eras niño!. Porque entonces, esa cara de tristeza. Un hijo es siempre una bendición de Dios. Deberías estar agradecido a la vida por ello. Y mucho más cuando es producto del amor compartido de dos personas. Estas triste porque sientes que le has fallado? Si le has faltado hasta ahora fue por desconocimiento no por desidia, ni desamor. Eso puede enmendarse. Vamos, alégrate hijo!- le dijo entusiasmada.
-Mamá, te acuerdas de Pete, mi mejor amigo?- le preguntó, con una extraña entonación, que Kelly no entendió.
-Como no voy a acordarme, si eran inseparables-.
-Pues cuando él se enteró, según ustedes, que yo me había afiliado a una secta y me había marchado sin importarme lo que dejaba atrás, le propuso matrimonio a Sophie. Desde entonces ha sido el padre de Joey, así es como se llama. Nadie excepto ellos dos sabes sobre mi paternidad. Ni siquiera los padres de ambos. Joey, por supuesto, tampoco sabe nada. Crees que puedo intentar explicarle a esta edad, la situación?. Quieres tal vez explicarme cómo puedo hacer para integrarme a la vida de mi hijo, porque yo no tengo la menor idea. Todas las opciones que he pensado no tienen sentido. No puedo llegar a su vida de repente. Siento que tampoco debo irme. No se qué hacer, mamá-.
Su madre exhaló un profundo suspiro. Su hijo tenía razón.
Cómo podía integrarse? Cómo podía explicarle a ese niño la situación?
Ella no lo había pensado.
Para ella era el hijo de su hijo, por lo tanto su nieto, y ella no quería, ahora que sabía de su existencia, renunciar a esto.
Cuando se lo comentó a su hijo, él le explicó que sus cuatros abuelos estaban presente en su vida desde el principio. -Y no olvides que no saben una palabra del papel que juego yo-.
Alex agregó: -Cuál sería tu papel, mamá, el de tercer abuela?-.
-Bueno- dijo Kelly reflexionando- eso no sería tan difícil de cumplir. Estoy seguro que a ningún niño le sobran los abuelos-
-Tu situación es completamente distinta. Aunque de todas maneras, no se como podrías hacerlo, si Pete y Sophie se niegan a decirles la verdad a sus padres-, acotó Alex, mostrando en su gesto un signo de interrogación. Pero yo, quien seria, ¿el otro papá?-
-Alex, no creo que eso fuera un problema. Muchos niños tienen dos papás. Las parejas se separan y se vuelven a unir. No serías un caso único-.
-Es verdad mamá, muchos niños tienen dos papás, no lo había pensado- dijo Alex.
-Pero aún así, yo vivo en España. Todo ha salido muy bien hasta ahora, pero no creo que pueda a arriesgarme a vivir aquí. Imagínate que tendría que volver a usar mi nombre y el documento de Inglaterra. Además mi vida está en España ahora. No creo que quiera volver. Mabel no vendría. Y eso sin tener en cuenta que me pasaría el resto de mi vida contando la mentira de mi tiempo en la secta. Que podría pasar entonces? Y si me marcho. Cuando vería a mi hijo? Una vez por año? Que tipo de padre sería!. El que llega intempestivamente a modificar una familia, para después marcharse y mandarle fotos? Tengo derecho a alterarle su vida de esa manera? Tiene sólo 4 años. Imagínate la inocencia de esa edad!-
-Probablemente tienes mucha razón hijo, no lo sé.- dijo Kelly triste, mientras bajaba sus ojos.- Pensándolo bien, tienes toda la razón. Es una situación complicada-.
-Yo tampoco se que puedo hacer y eso me desespera- le contesto Alex.
En ese momento, su padre apareció intempestivamente en la cocina, con su cara enrojecida.
-Que tienes un hijo?- le pregunto, incrédulo. Acabo de escucharlo, mientras bajaba la escalera, es que no vas a terminar nunca de complicarme la vida? En los últimos años es lo único que has hecho-.
Cleve- dijo Kelly. -Él no te está complicando tu vida. La vida se la esta complicando a él-.
-Nada de esto hubiera pasado si él no hubiese hecho lo que hizo- dijo con furia Cleve.
-Él cometió un error, es verdad. Pero quién de nosotros no ha cometido errores en la vida? Es parte inherente al ser humano. Todas las personas cometen errores diariamente-.dijo Kelly tratando de calmarlo.
-El problema es que el error de Alex es como una bola de nieve que viene rodando, y se hace cada vez más grande y más difícil de detener-.
-Pero todo parte de un único error- dijo su madre, tratando de apaciguar la situación.
-Siempre encuentras una explicación que justifique la actitud de tu hijo,- dijo Cleve. -Siempre-.
-Que quieres que haga, Así somos las madres en general!-
-Sentimentales! Todas son sentimentales. Pero con eso no se solucionan los problemas. Y que vas a hacer ahora?- le espetó duramente Cleve a su hijo.
-No lo sé, papá. No tengo la menor idea de lo que debo hacer. No encuentro ninguna salida-.
Se quedó pensando. No encontraba palabras. No quería hablar más. Hubiera querido huir. Pensó que hubiera sido mejor no haber regresado. Nunca hubiera sabido nada.
-Que cobarde!- Se dijo en silencio. -Soy como el avestruz. Creo que si oculto mi cabeza, nadie va a verme-. Estaba enojado, avergonzado, triste y desorientado.
Los tres se habían quedado en silencio profundo.
Cada uno ensimismado en sus propios pensamientos, aunque el tema era el mismo para los tres.
Al cabo de unos minutos Alex había tomado una decisión, que les comunicó a sus padres, con aire de no aceptar réplicas.
-Voy a llamar a Sophie. Hablaré con ella y con Pete. Les explicaré todo y juntos decidiremos que hacer- dijo resueltamente Alex quién de pronto sintió un alivio al haber pensado en esto. -Si, los tres implicados somos los que debemos tomar esa decisión!-
-Espera hijo- le dijo Kelly- que vas a hacer? A contarles la verdad a los dos?-
-Si mamá, no hay otra salida. Ellos tienen que saberlo. Es la única forma que podamos encontrar la vuelta a todo esto-.
-Me parece una terrible locura,- dijo su padre enojado.- Que pasará si alguno de los dos decide denunciarte?-
-Tengo que arriesgarme papá- dijo resueltamente. -No creo que ellos quieran denunciarme. Hemos sido tan amigos! No creo que al saber la verdad, alguno quiera tomar esa decisión. Pero si eso ocurre tendré que enfrentarme a mi vida. No voy a esconderme más-.
Se levantó a buscar el teléfono. Discó el número de Sophie y le dijo que quería hablar con ambos.
Quería contarles porqué se había marchado.
Sophie sintió que por fin sabría porqué había sido abandonada y aceptó inmediatamente la propuesta.
No tenía la menor idea que le había hecho cambiar a Alex de decisión, pero se alegraba tanto con el cambio que tampoco le interesaba pensar porqué.
Se citaron en el mismo bar del día anterior al anochecer cuando Pete regresara de su trabajo.
Esta vez llegó tarde. Le costó caminar los últimos pasos, pero por fin entró al bar con pasos vacilantes.
Allí estaban ellos esperando su llegada.
Sophie lo saludó con una sonrisa. Estaba agitada, expectante por lo que iba a conocer, pero se sentía satisfecha.
Pete no se movió ni dijo una palabra. No tenía cara de buenos amigos. Lo miró con desprecio.
Pete había cambiado muchísimo.
Estaba vestido de traje y corbata. Muy atildado.
Le faltaba poco para graduarse en abogacía, pero, ya estaba trabajando en el buffete mas importante de la zona.
Se sentó a la mesa.
Hasta este momento, nadie había dicho una palabra.
Alex fue el primero en decir- Hola-.
Sophie, le respondió con una sonrisa.
Pete emitió apenas un leve sonido en el que casi no se pudo reconocer el Hola!
Pidió un café. Exhaló un fuerte suspiro, se dio ánimo y se dispuso a contar su relato
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