Entre las estrategias de aquellos que abusan sexualmente de menores, además del miedo a desvelar lo sucedido por parte del menor, está fomentar la complicidad del niño y hacerle sentir culpable por ello. También pueden producirse amenazas más o menos explícitas. Si a todo ello le unimos que el abuso, por lo general, es perpetrado por algún miembro de la familia, nos encontramos con que las posibilidades de que el niño hable son realmente escasas.
Sólo cuando se ha logrado que el niño comprenda que todo lo anterior no es cierto, que tiene todo nuestro apoyo, toda nuestra credibilidad y le hacemos saber que él no es culpable de nada, entonces podemos esperar que hable.
En los primeros momentos, cuando el niño manifiesta haber sido molestado sexualmente, lo primero que deben hacer los padres es creerle e intentar mantener la calma. Deben hacerle sentir que lo sucedido en ningún caso fue culpa suya y que están incondicionalmente a su lado para apoyarle. Después deben de llevarle a que le hagan un examen médico y a una consulta psiquiátrica.
Los padres tienen en su mano la posibilidad de impedir o disminuir la oportunidad del abuso sexual tomando las siguientes precauciones:
- Diciéndole a los niños que tienen todo el derecho a decir NO a la persona que intenta tocarles de forma impropia o que les haga sentir incómodos.
- Instarles a que lo cuenten enseguida a los padres y que no lo mantengan en secreto.
- Enseñándoles a discernir que el respeto que se le debe a los mayores no presupone una obediencia ciega a cualquier cosa que estos digan.
- Apoyando los programas de prevención del sistema escolar para profesionales.
- Estando atentos a cualquier síntoma que pueda estar relacionado con el abuso sexual; como por ejemplo comportamientos sexualizados que no se correspondan a su edad, agresividad, miedo a ir a ciertos sitios o a ver a ciertas personas, cambios significativos en el rendimiento escolar o involuciones fisiológicas que ya estaban superadas.