Corriendo y viviendo

Corriendo y viviendo

Que en muchas ocasiones, la vida no es justa, es algo que resulta evidente, y sin entrar en demasiados detalles, solo hay que ver el esfuerzo tan grande, que algunas personas tienen que realizar para alcanzar determinados objetivos, que en el peor de los casos no llegan a lograr a pesar del sacrificio realizado, y lo fácil sin embargo, que para conseguir el mismo fin, les supone a otras. Si esto lo trasladamos a la carrera, sucede igual, hay quien corre 20 kilómetros por poner un ejemplo, con relativa facilidad (aunque en menor o mayor grado, siempre se sufre). Por el contrario, para otros recorrer una cuarta parte de la distancia anteriormente indicada, se convierte en una auténtica tortura.

Las cuestas en la carrera, son como las malas noticias en la vida, unas son muy duras de asumir, dando a veces la impresión de ser imposible poder asimilarlas, y otras son más asequibles, pero al final, si uno quiere llegar a su objetivo final (la meta para el corredor, y continuar viviendo para el ser humano), no queda más remedio que superarlas y seguir adelante, aunque sea una ardua tarea.

El hecho de correr, y más para quien lo hace de forma habitual (incluso todos los días), y disfruta devorando metro tras metro, se transforma en algo vital, es como seguir diariamente un ritual sagrado, que sirve de estimulante físico y sobre todo mental.

El corredor de resistencia y el cansancio, a fuerza de encontrarse con tanta frecuencia, acaban por hacerse grandes amigos, son de esa clase de amistades que se inician sin que al principio exista mucha conexión, incluso en casos más graves, sin que uno y otro puedan soportarse, pero al final, cosas de la vida, se convierte en una relación de dos que se hacen inseparables y ya no pueden vivir el uno sin el otro.

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