Toda sociedad alcanza su estado de madurez con una infraestructura propia de una reorganización representativa política oligarca condicionada por un sistema de ordenamiento con determinación regulativa de carácter retroactivo constituyente, instrumental jurídico administrativo. El actual sistema social democrático político constitucional se apoya en una reorganización representativa determinante, orientada y condicionada por un ordenamiento equitativo constituyente, cuya distribución social de los poderes institucionales y de un mercado de valores financieros en la libre expansión de sus inversiones, buscan políticas convergentes que puedan descentralizar el poder central del Estado y del Gobierno en la diversidad de identidades individuales y colectivas para que el consumismo y la productividad de la sociedad sean asequibles a la libre realización de su ciudadanía.
Si la democracia es la contingencia de ejercer el derecho a poder equivocarse en su libre elección, el sistema político social económico es la pura tecnocracia funcional que no permite ni el más mínimo error. Para la sociedad el individuo es un eslabón más del sofisticado engranaje de un sistema de productividad y de consumismo globalizado en un mercado de valores financiero hipotecario común a cada uno de sus intereses adquisitivos. Intentar hacer compatibles la democracia práctica de un pueblo con la deshumanización imperante de la tecnocracia constituyente de toda sociedad es la misión transcendental por la que debe de caracterizarse y de regirse la transparencia del desarrollo y de la realización funcional integrante política de todo estado de derecho.
La diversidad de modalidades políticas compatibles a diferentes posiciones alternativas es la base para la colaboración crítica constructiva para la transparencia del desarrollo en la renovación de viejos valores sociales políticos institucionales en la realización de las reorganizaciones de las infraestructuras de toda sociedad democrática.
La oligarquía partidista y la burocracia del poder institucional como tráfico de influencias; el bipartidismo como adsorción de la diversidad de modalidades políticas; el nacionalismo como anarquía independentista; la ideología antepuesta a lo humano como reivindicación de derechos; la crispación como políticas de repulsión; el altruismo como instrumento político social económico; la tecnocracia como deshumanización del sistema; y la especulación política del poder judicial como falta de independencia del poder ejecutivo, son síntomas claves de la degeneración de la propia equidad compatible de poderes del actual sistema social democrático político constitucional.
El sistema de Gobierno Suárez supo buscar en su tiempo una política convergente que pudiese mediar entre un estado de derecho pre-constitucional y una sociedad en la que desde que el hombre es hombre, siempre ha habido, hay y habrá, sentimientos arraigados que puedan desembocar en anarquías como degeneración independentista en la distribución descentralizada del poder central del Estado y del Gobierno; monarquías absolutistas en las que la figura del Rey se imponga como estado soberano sobre el pueblo; burocracias que conlleven a regímenes totalitarios por adsorción del poder central del Estado; plutocracias que monopolicen el mercado de valores entre magnates y grandes entidades financieras hipotecarias; tecnocracias en las que se someta lo humano a las técnicas administrativas sociales económicas en la construcción de las infraestructuras nacionales; oligarquías donde gobiernen unos pocos sobre unos muchos, y no para unos muchos como debiera de ser en una democracia, en la que pueda haber una compatibilidad de sentimientos y de poderes que encuentren un punto de equilibrio social comunes en la formación constituyente de un mismo pueblo.
*Reorganización, Ordenamiento: Sistema político.
Distribución, Descentralización: Sistema social.
Consumismo, Productividad: Sistema económico.
Autor: Augusto González González
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