Dedicado a todo el que madruga y se siente atrapado por la rutina. Hoy ha amanecido como todos los días. Nada de especial en cómo las montañas que rodean mi diminuto pueblo, han ido despertando con los cálidos destellos del astro rey. Ha sonado el despertador, para variar, demasiado pronto. Con los párpados aún medio bajados, he saltado de la cama y arrastrando los pies me he dirigido a la cocina. He puesto en marcha la cafetera. El agua ha comenzado a hervir y el oro negro manaba a borbotones, pocos minutos después. He rodeado la taza con mis manos y la he acercado a mi rostro. He cerrado los ojos y he dejado que mis sentidos se pusieran en marcha. El calor ha reconfortado mis manos. El aroma ha embriagado mi olfato. He bebido el primer sorbo y sí, ya estaba mucho mejor. He encendido la radio y sonaba http://www.youtube.com/watch?v=ooCoYYmXL8M (haz click antes de seguir leyendo)
... sonaba "The time is now", de Virginia Labuat. Me he acercado a la ventana, al tiempo que seguía el ritmo con los pies yeah, yeah, yeah, hey... uh huh. Y así, en pijama, con el café en una mano y siguiendo el compás con el resto de mi cuerpo, he decidido que hoy no iba a ser un día como los otros. He dirigido la vista hacia los montes y su luz me ha parecido especial, hasta los tejados de las casas vecinas relucían optimistas. El camino que pasa ondulante bajo mi ventana, no había despertado aún, así que he subido al máximo el volumen, if you love me not stop, the time is now, yeah, yeah ooooh... ooooh... La canción ha terminado exactamente igual que empezó In the twilight of the morning, your face I can dream...
He sorbido las últimas gotas de café, he respirado hondo y he decidido que hoy podía ser un día especial.
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Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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