Los gatos figuran en la historia de muchas naciones, son objeto de supersticiones y leyendas y un motivo favorito de artistas y escritores. Los gatos fueron objeto de culto en Egipto debido a su habilidad para hacer disminuir la población de ratones en los campos de cereales del Nilo, de capital importancia económica. La diosa egipcia Bastet, representada con cuerpo de mujer y cabeza de gato, era la diosa del amor y la fertilidad.
Los gatos eran también un deporte para los egipcios, atados a correas cazaban pájaros para la mesa familiar: el amo lanzaba un boomerang que derribaba los pájaros para que el gato los recogiera y entregara al amo. Debido a su utilidad económica, y a que se creía que concedían muchos hijos, los gatos eran tan reverenciados que a veces se momificaban para enterrarlos con sus amos o en tumbas diseñadas para tal efecto.
Pese a que las leyes egipcias prohibían sacar del país los gatos sagrados, los marinos fenicios se los llevaban de contrabando. Los gatos se vendían igual que otros tesoros de Oriente y, en la antigüedad, se encontraban a lo largo de toda la costa mediterránea. Al parecer, los romanos fueron los primeros en introducirlos en Europa
La valía de los gatos como depredadores fue reconocida a mediados del siglo 14, cuando una plaga originada por ratas, conocida como la peste negra, atacó a la población europea. Pese a todo, durante la edad media los gatos eran odiados y temidos. Debido a sus hábitos nocturnos se creía que tenían trato con el diablo.
Esta asociación del gato con la brujería ha sido la culpable de muchos actos de crueldad hacia él a través de los siglos. El renacimiento, sin embargo, fue una época dorada para los gatos. Casi todo el mundo tenía alguno, desde los miembros de las casas reales y sus sirvientes hasta el campesinado.