Pese a que en la actualidad es cada vez mayor el número de parejas que opta, tras su separación o divorcio, por un régimen de custodia compartida, que supone una asunción por parte de ambos progenitores de papeles equilibrados en la crianza y educación de sus pequeños, lo cierto es que, hoy por hoy, la regla general continúa siendo la custodia monoparental, por lo común siendo ésta concedida a favor de la madre.
De este modo, el padre queda normalmente confinado en los límites que le impone su Derecho de visitas, y que dificulta considerablemente la posibilidad para el mismo de desarrollar una relación completa con sus pequeños, impidiendo con ello que éstos puedan gozar en la mayor parte de su vida de esa figura referente que es el padre.
Consecuencias de esa desvinculación padre – hijos
Sin lugar a dudas, para todos los pequeños, especialmente varones, sus padres suponen verdaderos modelos a imitar y de los que tomar ejemplo. Así mismo, esa figura paternal les hace sentirse tremendamente protegidos, tanto en el aspecto afectivo y social como en el económico.
Ello les permite madurar, pudiendo llegar a ser adultos equilibrados y sanos, que podrán desarrollar relaciones sociales perfectamente funcionales con los demás (especialmente en el plano afectivo).
La ausencia del padre provoca en los pequeños, por el contrario, además de una evidente privación afectiva, la falta de un modelo de identidad, que suele encontrarse detrás de factores como su inseguridad, su mayor timidez y menor autoestima y, en muchos casos, su bajada abrupta en el rendimiento escolar.
En definitiva, dicha ausencia podría lastrar considerablemente su desarrollo futuro. Es precisamente por ello por lo que actualmente se promueve considerablemente la adopción de regímenes de custodia compartida entre los progenitores como vía para garantizar que el trauma derivado de la separación o el divorcio de los padres pueda ser mínimo.
Begoña Cuenca Alcaine
www.aa-divorcios.com