Un ser humano cualquiera cumple varios centenares de reglas en un día. Y lo hace prácticamente sin percatarse. Pero no aceptaría ni podría vivir sin cumplir tales regulaciones. Tiene que hacer la mayoría de las cosas, hasta las triviales, de un modo bien determinado.
Desde que se viste escogiendo la ropa conveniente para el lugar que asistirá está tratando de cumplir una regla. Luego al tener que asearse está cumpliendo con otra regulación social. Se sienta a la mesa y tiene que ingerir los alimentos apegado a ciertos modales, a ciertas reglas.
Después se dirige en su carro, si tiene, cumpliendo gran diversidad de otras reglas. Debe ir siempre por un lado específico de la vía, debe detenerse en los semáforos, etc. Y apenas ha comenzado el día. Sería interminable enumerar la lista completa de reglas que tienes que observar a lo largo de tu vida.
Al menos las reglas, siempre que no sean excesivas, simplifican la vida. Porque nos evitan tener que detenernos a cada paso para tomar una decisión. Las reglas son razonamientos y decisiones ya consumados. Los aplicamos y ya, sin siquiera darnos cuenta.
Pero debes evitar exagerar en su cumplimiento. Porque de lo contrario tu conducta será demasiado rígida para adaptarse satisfactoriamente a las situaciones. Tienes que adquirir el suficiente sentido como para darte cuenta de cuáles reglas puedes flexibilizar y cuándo. No puedes vivir sin las reglas pero tampoco solo con ellas. Muchas veces tendrás que tomar decisiones creativas e incluso ir en contra de lo establecido.
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