Si todos pensábamos que después de la crisis económica los agentes financieros habrían aprendido la lección, estábamos equivocados. A las hipotecas basura, aquellas que provocaron la denominada crisis, les han encontrado nuevos sustitutos: los “bonos de la muerte”, en los que la inversión se realiza en función de la longevidad de los propietarios del seguro de vida. Es decir, cuanto antes muere el titular del seguro, más liquidez obtiene el inversor.
¿Cómo funciona este tétrico sistema?
Si usted, como titular de un seguro de vida, quiere obtener liquidez, solo tiene que vender su póliza. En su lugar, el comprador seguirá pagando el seguro de vida hasta que usted muera, momento en el que cobrará. Si el asegurado tarda mucho en morir, la inversión será poco rentable, si por el contrario muere en poco tiempo, la inversión habrá sido eficaz.
Según señalan las estadísticas, para que la operación resulte beneficiosa al comprador, la esperanza de vida del asegurado debe oscilar entre los dos y diez años de vida.
Esta medida fue presentada por primera vez en el año 2005 para expertos financieros. En aquella ocasión acudieron 250 personas, dos años después lo hacían 600. ¿Estaremos ante la nueva inversión del futuro? ¿Nos olvidamos de los valores cuando se trata de dinero?