Y aun hasta el día de hoy, cuando se leen las Sagradas Escrituras y se ve todo, menos a Jesucristo, es porque se está leyendo con un velo puesto sobre los ojos, el cual solamente por Cristo es quitado (cf. 2 Corintios 3:14-16).
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Durante más de treinta años, me he dedicado a la investigación y he publicado numerosos trabajos médicos y científicos. Sin embargo, este es mi primer intento de caminar descalzo por terreno sagrado. Comencé a «estudiar» las Sagradas Escrituras a los ocho años de edad y he leído la Biblia1 con diversos objetivos que van de lo superfluo a lo trascendente: desde ganar un concurso bíblico a conocer la verdad o alcanzar la vida eterna. No obstante, tengo que reconocer que he fracasado rotundamente en todos mis intentos, si bien, finalmente y gracias a Dios, he entendido que el camino verdadero de salvación no es una doctrina, sino una persona: Jesucristo es el camino, la verdad y la vida eterna. Nadie va al Padre Eterno, si no es por medio de la atracción del Espíritu Santo hacia Jesucristo. Ahora, al igual que mi colega el doctor Lucas, escribo articulos para procurar poner un poco de orden (en mi mente) a la historia de las cosas ciertísimas, después de haber tratado de investigar con diligencia del Génesis al Apocalipsis (cf. Lucas 1, 1-3), a pesar de que, tengo que reconocer humildemente y por adelantado, no soy profesor de Biblia, ni erudito en las Escrituras, ni teólogo, ni experto en Historia, ni literato; simplemente soy un pecador enamorado de Dios que, al igual que los pescadores y recolectores de impuestos de antaño, he intentado escribir un libro acerca del Libro de los libros, con el fin de darle toda la gloria y toda la honra únicamente a Dios.
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