Dios no interviene en el equilibrio ecológico destruyendo el medioambiente o matando a los animales, tampoco influye para que unas especies tomen como presa los cachorros de otra y los devoren. También este comportamiento es una vez más un reflejo de los hombres. Pues muchos animales son cazadores sólo porque los hombres han sido y son hoy día depredadores de animales a una escala difícilmente cuantificable.
No es el animal el que debe ser cazado, adiestrado y matado para que la vida del ser humano egoísta vaya mejor, es el hombre el que debe cambiar su forma de pensar y actuar y orientarse a las leyes de Dios cuyo amor abarca también la vida de los animales y de toda la naturaleza, de este modo el mundo animal, vegetal y mineral cambiará hacia lo positivo puesto que en la Tierra ya no habrá maldad, porque los hombres pensarán y vivirán de forma divina.
En esta gran época de transición, tarde o temprano cada ser humano se verá enfrentado a la decisión: a favor o en contra de Cristo. Lo que no significa que hemos de cambiar a nuestro prójimo, tampoco a los animales, la Justicia divina dice: Cámbiate a ti mismo y aspira a una vida positiva según la voluntad de Dios, pues en la medida en que tú cambies en sentido positivo caerá también el lastre que acumulan las almas parciales de muchos animales, porque tú el hombre con Cristo has purificado tu lastre, tus pecados, y también con tu prójimo.
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