Hormigón fresco es el hormigón que por poseer plasticidad tiene la facultad de poder moldearse. El hormigón fresco posee un período de vida que estará comprendido entre el momento en que abandona la amasadora u hormigonera y aquél en que se inicia el fraguado del cemento.
Este proceso de ganancia de resistencia del hormigón será variable dependiendo del tipo de cemento empleado, de la dosificación de agua, de la temperatura, y del empleo de aditivos.
Las propiedades más características del hormigón fresco son: la consistencia, la docilidad y la homogeneidad.
Cuando el hormigón está endurecido, los áridos, que generalmente son los componentes más pesados de la mezcla, quedan sujetos por la pasta de cemento. Pero cuando el hormigón aún está fresco estos componentes se encuentran sueltos y por las acciones del transporte y puesta en obra pueden separarse con facilidad dando lugar a problemas de segregación y de exudación y, por lo tanto, pérdida de homogeneidad.
La consistencia es la oposición que presenta el hormigón fresco a experimentar deformaciones, siendo, por tanto, una propiedad física inherente al propio hormigón.
Por su parte, la docilidad es la facilidad con que cantidades dadas de áridos, cemento y agua se transforman en hormigón, y después éste, es manejado, transportado, colocado y compactado en los moldes o encofrados con la mínima pérdida de homogeneidad, es decir, sin que se produzca segregación y exudación.