Al planeta Tierra explotado y saqueado le hemos quitado su libertad. Privamos a la naturaleza de su crecimiento normal, explotamos sus entrañas quitándole lo que no nos pertenece: riquezas y tesoros que luego acumulan unos pocos que se hacen poderosos y se colocan por encima de los demás. Pero si compartiéramos nuestra riqueza se desarrollaría la igualdad, un concepto abstracto y que nos adeuda moralmente con el tercer mundo.
Cuando damos, también recibimos. Entonces recibimos también la capacidad para arreglar la Tierra, darle vida nueva y fresca, para que la Gran Madre, nuestra sustentadora pueda servir a todos los seres humanos
Posiblemente todo lo que acumulemos de más, algún día lo tengamos que devolver con creces, devolviendo también a cada persona lo que de alguna forma le quitamos. Y esto puede suceder si no en esta vida, en la siguiente. De hecho ya Jesús de Nazaret nos aviso al respecto en Su Sermón de la Montaña cuando dijo: “No vaciles en hacer las paces con tu prójimo, en tanto vayas con él aún de camino, no sea que te entregue al juez y éste al alguacil y seas llevado a la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.”(Mat 5,25).Esto también puede significar el tener que hacer las paces con la Madre Tierra en tanto vivamos aquí, antes de que las consecuencias de nuestros actos nos alcancen. De hecho en el Evangelio de San Pablo se puede leer: “Lo que el hombre siembre, eso cosechará”.
Vida Universal
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