Ser homosexual y colombiano
En Colombia, uno de los casos más representativos de repudio social que causa salir del “Closet” lo padeció el escritor costeño Alonso Sánchez Baute, quien reveló su homosexualidad y detalles inéditos sobre el mundo Lgbt en su novela ‘Al diablo la maldita primavera’.
Esta obra, la primera que describe en detalle el mundo ‘Drag Queen’ en Colombia, conmocionó a la conservadora sociedad de Valledupar y le trajo al autor el más rotundo rechazo de su familia.
“No sé si volvería a hacerlo, causé un caos familiar. Tal vez de haber sabido que sería así me habría contenido. El que carga con la tragedia es uno, como gay, pero la familia es la que se atribuye el rol de víctima. Así ha sido en mi caso y en todos los que conozco”, dice el autor.
“Hay que entender que para la familia es una pérdida, un fracaso, pero lo curioso es que tengo amigos que han sido expulsados de casa por ser gays y, cuando triunfan económicamente y se vuelven ricos, son recibidos con los brazos abiertos. ¿Qué clase de mensaje es ese?”, se pregunta Sánchez Baute, quien actualmente reside en Bogotá.
Asegura que no hay mucha diferencia entre ser gay en una ciudad pequeña como Valledupar, y ser gay en una metrópoli de ocho millones de habitantes como Bogotá.
“Uno creería que Bogotá es más liberal, más abierta, pero es sólo un mito. Lo que pasa es que entre más grande sea la ciudad, más fácil es tener anonimato. En Cali, por ser una ciudad con menos habitantes, corres más riesgo de que tus conocidos o tu círculo de amigos te vean entrar a una discoteca gay, pero en el fondo la mentalidad de toda Colombia es igual, somos un país de derecha, hay espacios que se han ido conquistando pero aún es muy difícil ganarse el respeto”, asegura Sánchez Baute.
En eso coincide con Blanca Inés Durán, ingeniera industrial de los Andes, actual alcaldesa de la localidad bogotana de Chapinero y líder de la comunidad LGBT. “La principal dificultad para salir del clóset es el temor al rechazo y la discriminación, porque la sociedad colombiana todavía es homofóbica”, sostiene ella.
Blanca Inés ha conocido casos de discriminación en todos los ámbitos, incluso en prestigiosas universidades que se declaran abiertas de mente pero descartan a los jóvenes que declaran su orientación sexual en la entrevista de admisión. En el entorno laboral, denuncia el caso de muchos homosexuales que son brillantes profesionales pero nunca logran ascender en cargo y salario, y que incluso son despedidos de sus trabajos por causas aparentemente justas pero asociadas, principalmente, con la incomodidad que genera su preferencia sexual.
Pero los casos más recurrentes suceden al interior de las familias, y van desde la agresión física, verbal y psicológica al hijo o hija que se declara homosexual, hasta situaciones tan aberrantes como el de una mujer en Barranquilla cuya familia permitía que fuera violada ‘para ver si así se curaba de la enfermedad del lesbianismo’. “Son casos que nos aterran y muestran que falta mucho por hacer en Colombia”, afirma Blanca Inés.
Sin Dios y sin ley
Desde el punto de vista legal -dice Rincón Perfetti- el país ha avanzado, pero falta evolucionar en lo social y en lo educativo, porque, según él, los funcionarios se niegan a cumplir las decisiones judiciales y las sentencias de la Corte que favorecen a la comunidad LGBT.
“Cuando un funcionario con prejuicios se niega a cumplir la ley –dice Rincón–, gana la homofobia. Así será muy difícil que una persona salga del clóset en este país, porque sabe de antemano que será mal atendida, aunque tenga todo el derecho para reclamar ante las autoridades”, dice el jurista, quien cita ejemplos de parejas que no han podido legalizar su unión, pues, según los funcionarios encargados, “eso no se puede hacer” o “es ilegal”.
“Hemos tenido que luchar desde 2009 para que la Superintendencia de Notariado y Registro envíe un comunicado a todas las notarías ordenando hacerlo y cómo hacerlo”, dice el abogado. Aún así, denuncia que las pocas veces que los toman en serio para estos requerimientos, los atienden de último y de mala gana.
“Igual sucede en los fondos de pensiones. Creen que los homosexuales son unos ladrones que van a robar dinero y les ponen todo tipo de obstáculos para reclamar las pensiones de sobrevivencia, exigiendo absurdos requisitos adicionales, que no piden cuando se trata de una pareja heterosexual”, sostiene.
Así pues, la ley no basta, hay que formar a los funcionarios para su cumplimiento objetivo. Pero si desde el punto de vista legal está lejos la aceptación de la diversidad sexual, desde el punto de vista religioso el panorama es aun más complicado.
“Para nadie es un secreto que las orientaciones sexuales han sido duramente juzgadas por las diferentes religiones y posturas hegemónicas, tradicionalistas, heterosexistas, que dificultan esa parte tan esencial de la personalidad como es ejercer la sexualidad libremente”, señala el psicólogo Miguel Rueda.
Por su parte, Fray Luis Patiño Santacoloma, sacerdote franciscano, admite que “la tradición de la institución eclesiástica dificulta mucho la vida de las personas que tienen opciones de género diferentes”.
“Ese es el problema –continúa el religioso–, una cosa es la institución eclesiástica y otra muy distinta el Evangelio de Jesús, según el cual no podemos discriminar a nadie y tenemos que relacionarnos más allá de nuestras diferencias”, dice el sacerdote, quien está convencido de que “la unidad se enriquece con la diversidad y se daña con la uniformidad”.
Y añade: “Poco a poco esperamos que la Iglesia Católica, siendo cada vez más fiel al Evangelio de Jesús, aprenda a aceptar esa diversidad de opciones sexuales, sin condenarlas, porque eso va en contra del Evangelio”.
En otras latitudes, este camino ya se está recorriendo: Mary Glasspool fue la primera lesbiana en ser nombrada obispo de la Iglesia Episcopal de EE.UU. Y en Suecia, Eva Brunne, también lesbiana, fue declarada obispo de Estocolmo por la Iglesia Luterana.
Salir o no salir… esa es la cuestión
El psicólogo Miguel Rueda, quien desde hace muchos años atiende casos de personas que se debaten entre salir o no salir del clóset, explica que no existe un momento específico de la vida para hacerlo. “He tenido pacientes de 14 ó 15 años que ya lo han revelado o están en el proceso de hacerlo, hasta gente de 70 años que hasta ahora está empezando a aceptar su orientación sexual. No hay reglas fijas. Es un momento particular para cada persona”.
Advierte que es más complicado para las personas que ya tienen una familia conformada, esposo, esposa o hijos, incluso si éstos ya son adultos y profesionales. “Se trata de personas que están casadas y por encima de los 45 años de edad, pero tienen esa orientación sexual hace 30 años, entonces hay que comprender el contexto antes de revelar su situación”, dice Rincón.
Marcela Sánchez, lesbiana, activista y vocera de la ONG Colombia Diversa, ha vivido en carne propia la dificultad de salir del clóset, pero está convencida de que no es una situación que deba mantenerse escondida.
“Uno lo esconde por miedo, por temor a las consecuencias negativas, por temor a la discriminación de la sociedad, pero debería ser tan fácil de expresar como lo es para las personas heterosexuales. Sólo hay una diferencia entre homosexuales y heterosexuales: que la primera condición se revela, por lo general tarde, mientras la segunda siempre ha estado revelada”.
Y mientras cientos de fans envían mensajes de respaldo a Ricky Martin, el drama continúa para los miembros anónimos de la comunidad Lgbt, esos que no tienen tanta fama, belleza, dinero, éxito o carisma para amortiguar el peso de decir, francamente y sin temor al rechazo: ‘soy homosexual’.
En pocas palabras
“Uno no decide ser gay o ser heterosexual. Lo que sí decide es si lo revela o no lo revela, en qué momento lo revela y a quién se lo revela”. Miguel Rueda, psicólogo
“El Evangelio de Jesús es un llamado a amar, a no juzgar a nadie por nada, y a convivir en medio de la diferencia”. Fray Luis Patiño, sacerdote franciscano.
“Cálculos aproximados señalan que entre el 7% y el 10% de colombianos estaría en el grupo de lesbianas, gay, bisexuales y transgeneristas”. Blanca I. Durán, alcaldesa menor de Chapinero.
“Hoy, mi padre no me habla y mi madre se aleja más. Debí pensarlo mejor, no contarlo, seguir con mi silencio”. Armando, bisexual caleño.

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