¿Puede el Amor Propio causar Infelicidad?
Por razones diversas cada cual tiene que hacerse responsable de sí mismo. Hay miles de asuntos personales de los que cada uno de nosotros tiene que encargarse a lo largo del camino. Sería una falta de sentido común esperar que otros vengan a resolverlos. No podrían porque ellos también tienen sus propias tareas personales.
Es por eso que uno espera ver que los que se apegan más a sus intereses personales sean más felices. Y parece una paradoja descubrir que la gente con mayor amor propio es la menos feliz. Uno de repente no puede explicarse esa contradicción.
Ellos son los que más cuidan de sí mismos. Ponen casi siempre sus intereses personales por encima de las necesidades ajenas. Y no es extraño que pasen por encima de los derechos de otros si tienen que hacerlo. Esas personas están convencidas que no deben sufrir por nadie a no ser por ellos mismos. Pero a pesar de dedicar tanto tiempo a su propia persona, apenas encuentran satisfacción en la vida.
No obstante, basta con situar por segunda vez la mirada en la forma en que estas personas llevan sus vidas. Eso es suficiente para entender el porqué sufren tanto. Y la razón es inesperadamente simple.
Imagínate que casi lo único que quieren en este mundo es satisfacer sus propios intereses. Esos intereses de adultos tan habitualmente complejos que requieren de todo su esfuerzo. Y que además requieren de la participación de otros. Por lo que les vendría muy bien que otros se pusieran en función de sus asuntos. Y ahí está el problema, la gran paradoja. Tienen un mundo interno que solo gira a su alrededor. Pero fuera hay un mundo que por ley natural gira casi exclusivamente alrededor de los intereses de otros. ¡A penas le interesan los asuntos individuales!
Cuán lejos está el mundo del ideal egocéntrico. Es así como un adulto enamorado de sí mismo construye su infelicidad. Se desgasta toda la vida, cada instante, cada día, cada año. Trata de que el mundo lo haga feliz. ¡Vaya utopía! Porque marcha en contra del sentido común. La persona con gran amor propio sufre.
Por ley natural una especie biológica, incluida la humanidad; se orienta en resolver los problemas de sus miembros. Pero no dedica demasiado tiempo a satisfacer las inquietudes de un individuo en particular. Y eso está muy en contra de lo que desearía la persona llena de amor propio.
Probablemente por eso encontramos más personas felices en otras categorías. En la categoría de la gente que se apasiona por intereses ajenos a su propia persona. La gente que tiene una pasión que no se centra en sí misma suele ser más feliz. Como también propenden a serlo todos aquellos que dedican tiempo a ayudar a otros a ser felices. Fíjate, todo lo contrario a lo que hace la gente egocéntrica.
Al alcanzar el propósito de ayudar a otros a encontrar satisfacción uno mismo es más dichoso. Aparece un goce que rara vez se obtiene de satisfacerse solo uno mismo. Cuando se ve a otras personas contentas gracias a nuestra modesta contribución compartimos su deleite.
También será más fácil entonces que otros nos ayuden con nuestros asuntos. Es más, muchas veces no tendremos ni que pedirlo. Pues ya antes nos hemos ganado su aprecio. Estimación que por sí misma puede hacernos sentir agrado.
Éste es sencillamente otro de los secretos de la felicidad. Obtenemos mayor disfrute de nuestros actos cuando no solo van dirigidos a nosotros mismos. Cuando no están rebosantes de amor propio. Sino cuando aspiran también a contribuir, aunque sea en pequeña escala, al bienestar de los demás.
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