Tony Manero ensaya pasos de dictador
El filme Tony Manero tiene una premisa prometedora: contar los horrores de la dictadura de Pinochet a través de un protagonista que nada tiene que ver con la dictadura y que tiene como obsesión bailar exactamente como el personaje de Fiebre de Sábado por la Noche. Mi mayor preocupación antes de ver la película era: ¿qué tiene que ver Tony Manero con Augusto Pinochet? El problema de Tony Manero es que no resuelve dicha duda.
Cuando se usan metáforas para describir una situación, casi siempre hay resultados alentadores. En un filme como Dogville de Lars Von Trier, por ejemplo, la metáfora del teatro abandonado sirve para dar la idea de desolación. En Sinécdoque de Charly Kaufman, las pinturas minúsculas que dibuja la esposa del protagonista, sirven de espejo de los mundos amplificados que son motivo del filme. La clave para utilizar una metáfora se encuentra en la distancia. Cuanto más alejada esté la metáfora del objeto que reemplaza, más efectiva resulta la sugerencia.
El problema de utilizar a Tony Manero como metáfora de la dictadura es la poca distancia que se establece, en términos narrativos, de la acción dramática (la dictadura) del filme. Fiebre de Sábado por la Noche apenas tiene un año de estrenada cuando empieza la película. El protagonista aún es capaz de verla en el cine. Lo que es peor, la violencia gratuita del protagonista no es metafórica de nada: la dictadura también utilizaba esta violencia gratuita. Entonces el filme en lugar de explotar la metáfora, se dedica a trazar paralelos, bastante difíciles de establecer, entre la vida del protagonista Raúl Peralta y el contexto histórico que le ha tocado vivir.
El tono de la película es también un problema. A diferencia de un filme semejante como Psicópata Americano, la cinta Tony Manero no tiene momentos en los que baje la tensión. Todo el filme está plagado de una incomodidad constante, insensibilizando a la audiencia. Para cuando Tony Manero se enfrenta a su objetivo, el público está tan agotado que no se consigue el efecto aterrador que se deseaba.
Tony Manero es una promesa incumplida. Una gran idea que se quedó en el tintero. La premisa es suficientemente poderosa para sostener la película y sin embargo queda la sensación que éste pudo haber sido uno de los más grandes filmes del cine chileno. No ocurre así. Tony Manero repite los mismos pasos de baile una y otra vez y tal como la fiebre de disco en los 70s, termina cansando.
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