Alfonso Aguado Ortuño

Alfonso Aguado Ortuño

Quiero recomendaros el blog que tiene Alfonso Aguado Ortuño en la Comunidad del Pais.com, un blog que no tiene desperdicio.

Consta, de tres partes que se entremezclan (de bordes difusos). Las dos primeras están ya concluidas. La tercera aún no ha llegado a su fin.

Cuando comenzó el blog escribía relatos cortos y  pensamientos en los que habla de sus sentimientos sobre el arte. Todo ello salpicado de algún que otro poema suyo. Destaca el dedicado a la muerte de Vicente Ferrer.

La segunda parte incluye todo un arsenal variopinto de poemas, dibujos, óleos etc. que tiene en diferentes blogs suyos, revistas tanto físicas como virtuales, portales de Internet etc. Destaca el poema con forma de cruz, dedicado a Cristo, de su poemario “Heridas en el papel”. Casi todos los  artículos de esta segunda parte tienen al pie vínculos o enlaces (links) que llevan al lugar donde están ubicados en la Red.

Por último, en la tercera parte (la que parece haber tenido más éxito) está subiendo cada día poemas de terror y miedo con finales inesperados e inquietantes. Estos poemas más bien son narrativos, pues el autor supedita lo poético al  efecto de producir un escalofrío que siempre consigue (a destacar: La visita). En esta última parte acompaña estas narraciones con pinturas del género.

En conclusión: originalidad, variedad. Buen hacer de este artista polifacético al que sigo y que cada día me sorprende más. Su último poemario titulado “Poemas desde mi jardín”, que acaba de publicarse, está teniendo mucho éxito.

Enlace a su blog:

http://lacomunidad.elpais.com/usuarios/alfonso-aguado

Reproducimos este poema:

EL ESPEJO

Era horripilante. Cada vez que me miraba

en el espejo de la habitación veía a un monstruo

danzar con las manos levantadas, dando voces

como un loco, el pelo desaliñado, los ojos

saliendo de las órbitas. Dejé de mirarme

durante un tiempo. Dejé de ir a mi dormitorio

y comencé a dormir en el comedor. Se había

adueñado de mí un ente oscuro y me sentía

un verdadero extraño en mi extravagante casa.

Pero un día, harto de la situación, irrumpí

en el cuarto, arranqué el terco espejo, lo lancé

por el balcón y me vi agonizando en la acera

rodeado de gente en medio de un charco de sangre.

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