Desde su llegada a la industria con Reservoir Dogs en 1992, los méritos artísticos de la obra de escritor y director Quentin Tarantino, han sido un tema de un debate serio entre los estudiosos de cine y los intelectuales por igual. ¿Es antiguo dependiente de una tienda de video un demiurgo esquizofrénico o un simple plagiario?
Cualquiera que sea el lado por el que Ud. se incline, Tarantino, es una voz distintiva en el cine. El ha conseguido (en gran parte inmerecidamente) una reputación como un proveedor de increíbles actos de violencia en la pantalla, gracias a un puñado de escenas infames (cortado de una oreja en Reservoir Dogs, la explosión de la cabeza en Pulp Fiction, y los géiseres de sangre en Kill Bill). Toda su violencia, de estilo punzante y tono burlón es divertida, pero lo que realmente le diferencia de sus pares es el diálogo deliciosamente hábil. Los personajes de Tarantino son propensos a la lengua laberíntica, con tensos intercambios verbales ante el derramamiento de sangre (el ejemplo más famoso es el sermón bíblico de Samuel L. Jackson cada que va a perpetrar un asesinato). En la última de Tarantino, hay dos escenas de diálogo inspirado en géneros como el suspenso y el terror, que subrayan el ejercicio de mezcla de géneros que es la marca del director.
El gran compositor Igor Stravinsky, una vez comentó, "los artistas menores piden prestado, los grandes artistas roban". Y, en esta mezcla rica y exuberante que resulta siendo Bastardos Sin Gloria, Tarantino ha consolidado su posición como un artista de primer orden, un cineasta que es tan fanático hacia su oficio que toma sus influencias y se expande sobre ellas, convirtiéndose en un cubista del cine.
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