Me parece que tengo mucha menos concentración que una mosca, si es que una mosca tiene concentración. Seguramente no, así que imagínense hasta qué punto falla la mía si me estoy comparando con un insecto. En serio, es terrible porque soy inconstante y rara vez duro más de cinco minutos haciendo algo que me he propuesto hacer. Mis notas en la universidad son muy malas y he suspendido muchas asignaturas por culpa de esa carga que he tenido que llevar siempre, desde que tengo uso de razón. Soy incapaz de estudiar durante mucho tiempo, y, antes de darme cuenta, ya estoy viendo la tele, mirando el techo, dibujando o pensando en las musarañas. De repente se me echa el tiempo encima y pasa lo que tiene que pasar.
Ayer me pasó con un examen de Lengua española. Es un examen de léxico y de redacción y hay una serie de términos que me quiero aprender bien porque son cruciales para aprobar, al menos con una nota más o menos aceptable. Sin embargo, a los dos minutos de abrir el diccionario ya estaba buscando otras cosas. Estaba buscando una palabra que empezaba por la A, una palabra que nunca encontré; en su lugar, encontré la palabra alarma y me gustó tanto lo que leí que me puse a buscar en internet tipos de alarma, como, por ejemplo, las alarmas GSM.
Luego me pasó lo mismo con “cámara” e hice lo propio, descubriendo que las cámaras de seguridad, o al menos cierto tipo, suelen recibir el nombre de cámara IP. También sentí curiosidad por saber si la palabra “router”, tan moderna en nuestra sociedad, había sido incluida como anglicismo, o algo así, pero no; y me dio por buscar fotos y características de un router 3G porque sí. Consecuencias: suspendí otra vez. Si es que no tengo remedio, tendré que darme por vencida.