Daltónico

Daltónico

Desde el momento en que nací y a lo largo de mi vida fui daltónico.

El médico siempre me decía: No hay nada que hacer, su hijo es daltónico monocromático. Un defecto genético que le imposibilita distinguir los colores, en su caso ve todo de un solo color, probablemente gris. ¡Claro! ¿Pero cómo saber que era el gris si no distinguía los colores? Pues bien, todo lo que me rodeaba era gris.

Debo decir que para una persona no daltónica es muy complicado comprender semejante situación, y no se trata solamente de los colores. ¡No, no, no! La vida tiene otro sabor, un sabor a cenizas. La televisión fue en blanco y negro siempre para mí, nunca pude jugar a ningún deporte ya que confundía las camisetas, ¡Hasta la comida era gris! Imagínese usted comer algo gris, es algo realmente repugnante. Quien pudiera verme por las noches diría que soy el hombre más feliz del mundo, dueño de un bar, sentado en la barra, disfrutando de un whisky gris, rodeado de chicas con las cuales explorar los mayores pecados que la carne promete.

Pero no, la vida para mi es monótona, carente de energía, aburrida, no me llega, es (De hecho) muy gris. Un día sentado en mi habitual banquillo en el bar estaba extrañamente más aburrido que de costumbre, vi una luz extraña entre la multitud de la gente. ¡Pero no era gris! Quedé impactado, entre la gente veía un resplandor a color (El cual luego me enteraría era un amarillo brillante). Quedé perplejo unos segundos observando aquella maravilla para la vista, hasta que salté del asiento y literalmente corrí hacia ella escabulliéndome entre la gente. No sabía que buscaba, pero deseaba admirar de cerca aquella belleza. A medida que me acercaba y resistía los empujones de la gente, la luz se iba intensificando. ¡Allí! De ahí provenía, extendí mis brazos y fui hacia aquel resplandor que me había hipnotizado. Sentí un cuerpo que chocaba contra el mío y me derrumbaba, fue inevitable perder de vista mi objetivo, y caí al suelo. Me repuse instantáneamente de un rápido salto, pero al levantar la vista ya había desparecido, estaba todo gris nuevamente.

- Te has dado un buen golpe.- Dijo una voz detrás de mí.- Estoy bien.- Contesté sin siquiera darme vuelta, ya que seguía mirando aquel lugar donde solía estar la luz.- Parece que buscas algo. ¿Por qué diantres aquella mujer seguía acosándome? ¿Acaso no veía que estaba ocupado?

Inflé mis pulmones y di la vuelta listo para gritarle que me dejase en paz de una buena vez. Me quedé duro apenas la vi. Esos ojos maravillosos de un color tan profundo que clarificaban mi mente, aquel pelo tan oscuro que acariciaba sus sedosos hombros, esa sonrisa que hizo a la música desaparecer y aquellos labios rojos que lograron hacer que mi corazón lata tan fuerte que era capaz de oírlo con perfecto sonido. Ella besó mis labios boquiabiertos, nose porque lo hizo, pero tampoco pude resistirme a cerrar mis ojos. Al abrirlos quedé aún más sorprendido, porque ahora podía ver todo a color.

Laino, Lucas Emiliano.

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