El Bhagavad-Gita El término Bhagavad-gita significa “El Canto de Bhagavan” (La Personalidad Absoluta de Dios). El Bhagavad-gita uno de los textos más importantes de la literatura hinduista y forma parte de la monumental obra literaria del Mahabharata que junto con el Ramayana son las dos grandes epopeyas de la India, anteriores en tiempo y superiores en prolijidad y otros aspectos a la Ilíada y la Odisea que durante muchos siglos se consideraron en occidente como obras sin parangón, hasta el punto de considerar erróneamente a Homero como padre de la epopeya. Desde que se tradujo en 1785 el Bhagavad-gita por Wilkins, quedaron sorprendidos los literatos europeos por aquella revelación que se abría ante sus ojos. Sin duda alguna que el Bhagavad-gita ha sido, es y será, en la India, la obra más leída, comentada y aplaudida de cuantas constituyen su riquísima literatura sagrada.
Esta gran obra trata de uno de los diálogos filosóficos y religiosos más sublimes que haya conocido el hombre, tiene lugar al inicio de una guerra fratricida entre los hijos de Dhritarastra y sus primos opositores los Pandavas, los hijos de Pandú.
Dhritarastra y Pandú eran dos hermanos mayor y menor respectivamente, que pertenecían a la dinastía de los Kurus, que descendía del rey Bharata, mítico gobernante de la tierra de cuyo nombre proviene la palabra Mahabharta. Como Dhritarastra era ciego de nacimiento el gobierno recayó por derecho en su hermano Pandú. Cuando este murió dejó cinco hijos muy jóvenes aun para gobernar, entre ellos Arjuna quién es uno de protagonistas de este divino diálogo. Así Dhritarastra, a pesar de su ceguera tomó el reino, así pues, los hijos de Dhritarastra y los hijos de Pandú crecieron en la misma casa real. Pronto los hijos de Dhritarastra y el mismo, conspiraron para derrocar y asesinar a los herederos hijos de Pandú, pero estos fueron protegidos durante varios años por su tío Vidura y su primo Sri Krsna escapando así de los muchos atentados y humillaciones contra su vida. Ahora bien, Sri Krsna no era un hombre corriente, era la encarnación del Dios Supremo, que había descendido a la tierra y estaba representando el papel de príncipe de una dinastía contemporánea. En ese papel, El era también el sobrino de la esposa de Pandú, la reina Kuntí, la madre los Pandavas.
Cuando los hijos de Pandú regresaron del exilio y reclamaron el derecho de su trono el cual fue negado rotundamente, la guerra parecía inevitable y consecuentemente la división de las familias reales y la de los múltiples reinos de la tierra. Hubo muchos intentos de parar la guerra, en una ocasión el mismo Srí Krsna intervino como Embajador de Paz, pero está fue totalmente rechazada por los hijos de Dhritarastra y la guerra terminó como algo inevitable.
Sri Krsna no tomó partido, pero ante las súplicas de su íntimo amigo y primo Arjuna, decidió acompañarlo como su auriga, encargándose de conducir el carruaje del legendario arquero Arjuna, pero sin intervenir en la batalla como guerrero.
El Bhagavad-Gita inicia en esa situación: enfrentados los dos ejércitos en el campo de batalla de los hijos de los Kurus (las dos familias), de allí el nombre Kurushetra a este campo de guerra. Arjuna suplica a Sri Krsna que coloque su carruaje en medio de los dos ejércitos ávidos de combate, en donde en sintonía con el estruendo de la batalla que está por comenzar hace sonar su caracola de combate y observa detenidamente a los adversarios, sus primos y parientes todos en ambos ejércitos, personas con las que convivió en su infancia y a las que amó tiernamente. Sus propios maestros de armas ahora están como contrincantes, su tío ciego Dhritarastra, el hermano de su padre está presente en el campo de batalla ávido de la victoria para consumar el arrebato del trono. Pronto Arjuna, se ve sumido en el más profundo pesar, su arco abandona sus manos y en total desaliento decide abandonar la batalla que aun no comienza. Sri Krsna interviene, dando origen así, a uno de los más formidables diálogos de la filosofía religiosa.
Annie Besant escribía al respecto de esta formidable obra: “El estilo retórico del Bhagavad Gita es de variada forma: unas veces de sublime sencillez; otras de enérgica elocuencia; algunas de opulenta grandeza; no pocas de patética emoción; pero siempre vivo, elevado, cautivante, atractivo, sin que en pasaje alguno descienda a los rastreros planos de la vulgaridad. No cabe duda de que este poema, como toda obra maestra, pierde gran parte de su original belleza con la traducción a una lengua occidental, pues por la íntima relación que existe entre la forma y el fondo como reverberación de la que une pensamiento con palabra, hay giros, modismos, epítetos y figuras de dicción tan privativos del sánscrito y tan acomodados a la idea por ellos expresada, que no se les encuentra justo equivalente en ninguna lengua de Europa, por rica y abundosa que sea”
De cualquier modo el Gita será una obra imprescindible para aquellos que transitan el camino de la iluminación y el sendero del Reino de los Cielos.