El sector productivo de España, hoy por hoy, es el turismo y la situación mundial que ha provocado la expansión del conoravirus ha provocado un terremoto en las instituciones financieras de medio mundo.
Ya hemos visto cómo se cancelaba el Mobile de Barcelona y cómo las cancelaciones de vuelos y estancias hoteleras se están sucediendo en cascada. Europa habla ya de una sangria de 1.000 millones de euros al mes por este concepto.
Pero el caso de España es, probablemente, muchísmo más dramático. El país de la piel de toro se ha convertido en un proveedor de servicios que tiene al turismo como mayor fuente de ingresos y de motor económico, con lo que ello conlleva.
La Bolsa española se ha desplomado y recuerda registros propios del momento más duro de la crisis, cuando parecía inevitable el rescate de España, tal y como ocurrió con Grecia o Portugal.
Desde todos los observatorios españoles se está poniendo el foco en cada noticia o nuevo dato que emana desde las autoridades españolas. El aumento o disminución de pacientes puede provocar un efecto en cadena para el que nadie está preparado en este momento.
Por ejemplo, Sevilla ni se plantea en estos momentos suspender la Semana Santa o la Feria de Abril, dos citas que consiguen colgar el cartel de no hay billetes en los hoteles. Pero lo cierto es que a día de hoy las cancelaciones de pisos turísticos se siguen produciendo.
Con todo, la ciudad del sur, a día de hoy, se puede sentir más que satisfecha, porque se le ha dado el alta al único paciente que estaba infectado por este virus.
Obviamente, esta crisis vuelve poner sobre la mesa el gran problema de la economía española: la dependencia de un sector terciario que puede ser muy volátil, ya sea por la competencia o por factores externos.