Durante milenios, el hombre se ha valido de la madera para elaborar todo tipo de objetos útiles, y ha disfrutado del color, el veteado y aun el olor que exhalan casi todas las variedades de este material. Tales artículos, empleados para usos muy diversos, satisfacen al usuario año tras año, y hasta siglo tras siglo.
Desde tiempos remotos, el mobiliario de los hogares ha incluido muebles de madera maciza. Muchas tiendas de muebles en el mundo ofrecen con herramientas rústicas, (hombres y mujeres) arte y habilidad elaborando, entre otros artículos, mesas, cuencos, taburetes, barriles, cofres y asientos, han demostrado sus grandes habilidades.
La tecnología moderna ha acelerado la construcción de estos objetos. Con instrumentos eléctricos -como sierras, taladradoras, cepilladoras y lijadoras-, la madera se transforma con eficiencia, aunque con bastante ruido, en enseres resistentes. La mayoría de los países pueden jactarse de tener fábricas que producen en serie muebles asequibles muy útiles en el hogar.
Pero dichos muebles no suelen ser muy duraderos pues, o bien sustituyen la madera maciza con sucedáneos (contrachapado, aglomerado), o bien se han ensamblado rápido con grapas, tachuelas o clavos.
En muchas regiones del mundo se destruyen los bosques a un ritmo alarmante. Así, al reducirse el suministro de este material, uno de los más utilizados y antaño más abundantes, los precios se desorbitan en las tiendas de muebles.
En Nueva Zelanda es irónico que, al tiempo que medran las plantaciones de pinos de Monterey, introducidos en los años treinta, las tiendas de muebles mengüen los muebles hechos de grupos de árboles autóctonos, como el rimu, el kauri, la flindersia y la kahikatea.
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