La agresividad es un fenómeno cuyo estudio es muy vigente pero que todavía deja muchos vacios lo que implica que aún no se dé punto final sobre el tema, y en realidad, decir que se ha comprendido en su totalidad al fenómeno de la agresividad se asemejaría a decir que se comprende al ser humano en cada una de su facetas, afirmación que consigo avanza el conocimiento sobre el ser humano, se aleja más de ser realizada, hecho que se presenta problemático para quienes buscan dar respuesta definitivas a este fenómeno.
Podemos ver parte del problema sobre el estudio de la agresión sólo en su definición; La palabra agresividad proviene del latín aggredior que significa ir contra otro (acometer), pero esta raíz más que dar alguna luz sobre lo que realmente es este fenómeno, ha generado un paradigma en el cual la agresividad es vista como algo nocivo, dañino y reprochable, lo que ha llevado a definirla como toda conducta intencional dirigida a causar daño físico o psíquico (Morales y C. Huici, 1989, pp135). Pero para el etólogo Karl Lorenz la agresividad es más que algo nocivo, para él es “un impulso vital de los seres vivos; en sí misma no es buena ni mala” (Peláez del Hierro, 1997); definición un poco más amplia y que incluye varios usos de la agresividad, no sólo cuando es negativa, sino también, cuando es asertiva. Para poder tener una base de trabajo que no permita extraviarnos entre las diferentes definiciones que podemos hallar sobre este fenómeno, lo entenderemos aquí como un fenómeno polimorfo y multicausal que conlleva a una serie de actos y patrones de actividad que pueden manifestarse con intensidad variable; definición que en un principio da la sensación de ser muy amplia pero que utilizaremos porque permite albergar todos los componentes de éste fenómeno que es altamente complejo; en esta definición estamos teniendo en cuenta la fuerza que la agresividad puede ejercer, las diferentes formas en que se presenta y las situaciones que la pueden causar, sin sesgar sus finalidades ni ningún uso particular que se le pueda dar en cada contexto.
Para lograr comprender la agresividad hay que tener presente que ésta es un fenómeno que puede ser subdividido según sea la perspectiva desde la cual se aborde, siendo así, encontramos la autoagresividad que es agresividad contra sí mismo, la heteroagresividad que se refiere a la agresividad contra otros, la agresividad interespecífica que se presenta entre diferentes especies y la agresividad intraespecifica, presente entre individuos de la misma especie (Morales y C. Huici, 1989, p.137), también, según la finalidad, hallamos la agresividad hostil; es la agresividad dirigida a hacer daño, y la agresividad instrumental: la agresividad utilizada como medio para obtener una ganancia (Aronson, 2000, p. 241). Pero indiferente de la perspectiva que se estudie, la agresividad se manifiesta en cada uno de los niveles que integran al individuo: físico, emocional, cognitivo y social, cada uno afectando a otro nivel y generando una interrelación sumamente compleja, por ese motivo nos centramos principalmente en el nivel social y en las relaciones interpersonales, nivel en donde es más evidente y cobra verdadera importancia la agresividad.
Si nos enfocamos en las relaciones interpersonales, debemos saber que toda relación tiene una estructura y cada estructura crea o depende de otras generando al final un complejo sistema de interrelaciones. Tomando como ejemplo la personalidad y analizada como una estructura, el sólo hecho de crear una personalidad pone en marcha un sinnúmero de relaciones diferentes; una persona, con elegir una sólo faceta distintiva está determinando ciertos gustos, conductas, grupos a los que pertenece o con los que se identifica y esta rechazando otra gran cantidad de factores. Cuando esa faceta es bien definida, implica que se debe de luchar para protegerla. Estas luchas resaltan el derecho a ser diferentes y todo lo que nos hace verdaderamente individuos, generando enfrentamientos contra las autoridades que dicen quiénes y cómo debemos ser, pero también se dan frente a lo que rompe los lazos con otros y con la vida comunitaria, forzando al individuo a volverse a sí mismo, atándolo a su propia identidad de forma constrictiva; “las luchas son un rechazo a las abstracciones de la violencia económica e ideológica que ignoran quiénes somos individualmente como también son un rechazo a la inquisición científica y administrativa que determina quién es uno.” (Foucault. s.f. párr. 33). Estas luchas, independiente del ámbito en dónde se den y contra qué o quiénes se den, son participantes de la creación del individuo, de su personalidad y de su identidad, y a medida que va tomando partido en estas luchas, determina contra qué o quién va a luchar.
El objetivo principal de estas luchas no es atacar tanto a tal o cual institución, grupo, elite o clase, sino a una técnica, a una forma de poder, ya que las instituciones son presentaciones últimas de otro fenómenos que subyace de fondo como lo es el poder; por este motivo, para posteriormente entender la relación de la agresividad y el estatus, no podemos arrojarnos al vacio sin antes analizar el concepto de poder.
Es fácil encontrar que el concepto de poder es aplicado a muchos fenómenos y entidades, así que es necesario delimitar como lo vamos a entender; Foucault define el poder como una relación de fuerzas, una situación estratégica compleja, pero en este trabajo nos centraremos concretamente en las relaciones de poder que son “el modo en que ciertas acciones pueden estructurar el campo de otras acciones posibles” (Foucault, s.f. párr. 97).
tomamos las relaciones de poder porqué para que éstas se den necesitan estar en relación con otras fuerzas, de suerte que toda fuerza ya es relación, es decir, “la fuerza no tiene otro objeto ni sujeto que la fuerza” (Deleuze, 1987, p. 100) e implica que el poder nace de la interacción con otras fuerzas, lo que implícitamente afirma que está presente en toda interacción, inclusive las interpersonales, y debido a que una agresión es una forma relación, el poder es la base desde la cual decidimos ejecutar ese tipo de acción sobre otra gran variedad de opciones. Es por este motivo es tan importante que entendamos el papel que juegan las relaciones de poder en el fenómenos de la agresividad; el poder nos permite actuar de diferentes formas y su acción puede variar tanto como desde un acto sumamente violento a un simple no actuar.
Para explicar las estructuras o los mecanismos de poder que se dan entre personas, primero, debemos partir del supuesto de que ciertas personas ejercen el poder sobre otras; si nos remitimos a las expresiones más sencillas de poder, se puede inferir que en toda interacción humana hay relaciones de poder; el comunicar es siempre una forma de actuar sobre otra persona o personas. Así, el fenómeno del poder designa las relaciones entre personas. Segundo, es necesario analizar las características que son propias de las relaciones poder:
el sistema de diferenciaciones: toda relación de poder pone en funcionamiento sistemas de diferenciaciones que sostienen su existencia ya que son al mismo tiempo sus condiciones y sus resultados; los objetivos: son losqueimpulsan a un individuo actuar sobre las acciones de los demás, ya que estos determinan la acción; los medios: que son las herramientas, las cuales sirven para ejercer las relaciones de poder, los medios están íntimamente relacionados con el control; son los medios los que determinan el control que se puede ejercer sobre las cosas o las personas, y nos podemos asir de ellos para conseguir que el otro realice cierta acción. (Foucault, s.f. párr. 103).Estas tres características de las relaciones de poder se ponen en funcionamiento en las estrategias, debido a que allí la persona actúa en un “juego” de acuerdo a lo que ella piensa sobre cuál será la acción de los demás, y lo que considera que los demás piensan que sería su acción; ésta es la forma en que uno busca tener ventajas sobre los otros, y la utiliza para designar los procedimientos usados en una situación de confrontación con el fin de privar al oponente de sus medios de lucha y obligarlo a abandonar el combate; es una cuestión, entonces, de los medios destinados a obtener una victoria; la estrategia se define por la elección de soluciones ganadoras.
Hablar de estrategia no implica que se hable por obligación de una confrontación, las estrategias se aplican a muchos de los aspectos de la vida diaria; realizar un trabajo mejor o más rápido, pedir un favor o coordinar una cita. Son pocas las acciones que se realizan sin antes meditar cómo hacerlas, lo que implica que constantemente estamos generando estrategias.
En las relaciones de poder se habla de estrategias propias de poder en tanto constituyen modelos de acción sobre posibles acciones, en un primer sentido, se puede llamar estrategia de poder a “la totalidad de los medios puestos en funcionamiento para implementar o mantener el poder de forma efectiva” (Foucault, s.f. párr. 106).
De esta forma el poder emerge en nuestra vida cotidiana, categoriza al individuo, lo marca por su propia individualidad, lo une a su propia identidad, le impone una ley de verdad que él tiene que reconocer y al mismo tiempo otros deben reconocer en él. Es una forma de poder que construye sujetos individuales y de este mismo modo opera en otras instancias (Foucault, s.f. párr. 39).
Una de las representaciones en que podemos hallar las relaciones de poder y las relaciones estratégicas es en el estatus, pero para profundizar en ello debemos entender primero como abordaremos el término de estatus. En la sociología se definen el estatus como la posición social que un individuo ocupa dentro de una sociedad, o el prestigio social que conceden a un determinado grupo o persona otros miembros de su sociedad (Trujillo, s.f.), además permite saber el marco o conjunto de comportamientos que se espera en la interacción entre dos o más actores sociales. Esto no implica que el estatus es un fenómeno estático, el estatus es dinámico y varía según el tiempo y el grupo al que se pertenece, una persona durante su vida puede tener varios estatus simultáneamente; por ejemplo, una mujer puede ser esposa, ingeniera, hija y madre a la vez. El hecho que permite poseer varios estatus en el transcurso de nuestra vida se da por la íntima relación que tiene éste con los roles; si consideramos la posición de un miembro dado en un grupo como su lugar en el sistema, esta posición cuenta con un rol asociado que consiste, en contadas palabras, en la conducta esperada de quien ocupa esa posición social y el comportamiento deseado de acuerdo al estatus que se posee, siendo el estatus la valoración que los demás miembros conceden a la posición, y el rol las conductas correspondientes a ese estatus.
En efecto, aceptar y desempeñar un rol determinado por cierto estatus presume conducirse y comportarse según unas pautas determinadas establecidas socialmente, y esto, evidentemente, nos permite establecer relaciones con los demás de forma relativamente predecible y coherente.
Volviendo a lo anterior, el estatus, al ser un fenómeno social, se sostiene por las relaciones interpersonales, pero no lo hace por sí solo, para lograr sostenerse debe tener algún soporte además que la persona que lo ostenta, debe actuar de algún modo, sea para defenderlo, para crearlo, para perderlo o para mantenerlo.
El mantenimiento del estatus no se da automáticamente, para ello hay que cumplir permanentemente los criterios por los cuales es asignado, tales como lo son el conocimiento, las riquezas, las actividades realizadas y las funciones sociales entre otros, pero el mantenimiento del estatus también se debe a ciertas normatividades que se dan alrededor de él, muchas de ellas bajo la etiqueta de protocolos, normas y leyes.
El estatus, en la mayoría de los casos, también permite el acceso a otras capacidades; el jefe puede tomar decisiones y ordenar a sus subordinados, la persona adinerada puede adquirir productos que otras personas no pueden. Estas capacidades no son sólo derechos de quien goza de cierto estatus, también permiten su mantenimiento haciendo visible las posiciones que ocupan los demás referente a su posición. Es aquí en donde las estrategias de poder operan; los individuos colocan en marcha un sinnúmero de acciones para preservar el estatus que poseen y para ello aplican varias estrategias haciendo uso de sus capacidades ya sea de manera voluntaria o involuntaria.
Además, fuera de las normatividades que protegen al estatus, existen otros medios que permiten su conservación como son las capacidades sociales adquiridas (CSA); estas capacidades provienen del criterio que asigna estatus, son capacidades que se le otorgan socialmente al individuo por ejercer cierta labor y tener alguna influencia y pueden, una vez superan cierto nivel, tomar fuerza propia y se tornan un medio pasivo y muy eficaz para sostener el estatus; un efecto de ello se puede ver en la credibilidad, no importa que tanto tal o cual persona diga la verdad sobre algún asunto, el estatus que ostente un sujeto puede determinar que tan creíble sea su testimonio, siendo así, se presume que es más sincero el sacerdote que el delincuente sin que el primero se esfuerce en demostrar su sinceridad, esto se debe a que sus CSA por si solas determinan el nivel de credibilidad que posee en la sociedad.
Las CSA permiten la defensa del estatus, pero las acciones dirigidas a este fin se manejan tras bambalinas e involucran métodos, en su mayoría, diferentes a los empleados en otras acciones más directas e indiscretas, ubicando a las luchas en pos de estatus en otro nivel. Esto se debe a que las CSA confieren a muchos de los sujetos otros medios que se pueden usar para la defensa del estatus; tal vez el lugar en donde es más evidente la puesta en marcha de las CSA como defensa del estatus es en las fuerzas militares, allí las respuestas ante una ofensa son inmediatas, evidentes y contundentes cuando el estatus de un superior es afectado por el comportamiento de un subordinado, el castigo por el mismo comportamiento no podría ser ejercido por una persona que no tenga la capacidad de hacerlo o por una persona igual o inferior en rango.
El hecho de que el estatus sea asignado por los otros cumpliendo alguno o varios de los criterios que lo determinan, no quiere decir que sea lo que se posee, lo que se es o lo que se hace, el estatus es un fenómeno completamente social y que nace de la interacción personal, siendo más importante lograr mantener una percepción que favorable al estatus que tenerlo en realidad; esto se debe al peso que tienen la imagen en la construcción del estatus, inclusive, en ocasiones es más importante la imagen que se muestra que el criterio del cual se deriva el estatus. Correcta o errada, el estatus parte de la percepción de otro y permite también una auto-apreciación, lo que le resta, en términos generales, mucha objetividad. No existe una fórmula exacta que asegure la obtención de cierto estatus; hay personas que poseen los requisitos para tener alto estatus y no lo tiene, otros que creen tenerlo sin ningún merito, esto nos permite diferenciar dos clases de estatus: estatus objetivo y estatus subjetivo.
El estatus objetivo se caracteriza por ser un estatus asignado por la sociedad o por el grupo particular en donde se desenvuelve la persona y que es adquirido cumpliendo alguno o varios de los criterios que lo determinan.
El estatus subjetivo es el estatus que una persona cree tener sin poseer ninguna aprobación social o cultural y sin cumplir algún criterio que soporte el estatus del cual hace alarde.
Si vamos a analizar la agresividad en los casos en donde el estatus es objetivo, podemos ver que suele pasar desapercibida o puede no darse en comparación con los casos en que éste sólo es una creencia personal. Este fenómeno se da generalmente porque son posiciones socialmente normadas o investidas de capacidades que hacen muy probable la aplicación de un castigo o amonestación, lo que implica que la mayoría de las personas respetarán a quienes posean estatus elevados y acatarán la norma ya que ella misma contiene mecanismos para la defensa del estatus. Si la posición es muy elevada, no es necesario actuar desde o en pos del estatus; si la base para la defensa del estatus es el castigo, se debe tener en cuenta que entre más alta sea la posición del objetivo de la acción, mayor será la probabilidad y severidad del castigo, y cuanto más probable es el castigo, más débil es la respuesta agresiva, ya sea medida en términos de frecuencia o de intensidad, formándose al final una defensa pasiva ya que la amenaza de castigo basta para que la acción contra el estatus no se lleve a cabo.
El estatus subjetivo, es un fenómeno que genera mayor agresión en comparación con el estatus objetivo por diferentes motivos: Primero, la persona no cuenta con el respaldo para responder ante agresiones debido a que la norma no aplicaría en ese caso; esto se da porque ante la norma, la persona con un estatus subjetivo, no posee los criterios para hacer valer la posición que piensa tener, por lo tanto, la respuesta ante la ofensa la debe asumir la misma persona. Segundo, estas personas al ver que no tienen suficiente respaldo para enfrentar de forma pasiva la agresión suelen optar por asumir posiciones muy defensivas, desencadenando en una híper-reactividad ante cualquier señal de amenaza a la integridad de su estatus. Y tercero, las personas con una falsa percepción de estatus generan conflictos constantes por invadir espacios que no les corresponde, realizan o dejan de realizar acciones bajo el pretexto de que una persona de su nivel debe no debe realizar ciertas tareas, creando conductas que pueden ser molestas ante un equipo de trabajo. CITA
Es tan importante cuidar la imagen como el criterio que genera el estatus, por este motivo, cuando el estatus peligra, la defensa adoptada no debe afectarlo. Los medios utilizados para la defensa del estatus deben caracterizarse por no provocar efectos colaterales en la percepción de éste, es por eso que la mayoría de los estatus incluyen al mismo tiempo métodos para su protección, es decir, si una acción es dirigida a degradar el estatus de otro, la otra persona cuyo estatus es atacado debe encabezar su defensa desde el mismo estatus que posee, y más exactamente, la defensa se relacionará directamente con el aspecto afectado del estatus; por ejemplo, si se cuestiona la posición de un jefe, este demostrará porqué está en esa posición (en el caso que tenga méritos acordes a la posición, y ésta sea fruto de sus conocimientos, experiencia, títulos, efectividad, etc.); igualmente se puede valer de su posición desaprobando o castigando a la persona que lo cuestiona, siendo esta una respuesta acorde a su posición o que implica que la percepción del estatus no es afectada.
El tipo de respuesta que se desee tomar involucrando el estatus está determinada por el contexto, el estatus tiene sus posibilidades y limitaciones de acuerdo al lugar en donde nos encontremos y con quién nos relacionemos; retomando el ejemplo anterior, el jefe no podría valerse de su posición frente a alguien que no sea su subordinado, tampoco en situaciones externa a la empresa donde labora, y llevar un conflicto externo al ámbito interno de la empresa puede perjudicar su estatus ya que sería visto como una persona poco profesional. Pero el contexto no sólo enmarca las posibilidades y limitaciones en un entorno determinado; la actuación exigida por tal o cual estatus, también afecta el estatus en otros contextos y entornos, en los cuales, puede salir perjudicado o valorizado así no tengan relación directa con el otro entorno o contexto en que se actuó; por ejemplo, la profesión de sacerdote, exige ciertos comportamientos que deben ser congruentes con su labor en diferentes contextos, sea en la parroquia, la calle o en la visita a un hogar, no importa en qué contexto este siempre debe comportarse acorde a su profesión.
Por otra parte, los comportamientos que afectan el estatus no están vetados de todo lugar más su uso debe darse de forma que el estatus no resulte implicado en tales comportamientos, eso produce, ante la posibilidad de ocultar un acto de la percepción de los otros, que algunas personas actúen desde el anonimato u oculten sus acciones de forma clandestina consiguiendo que éstas no afecten la percepción con que son vistas, logrando así realizar actos que pueden ser tachados de reprochables pero evitando el deterioro de la imagen que genera el estatus que posee. Pero en estos casos la persona no actúa específicamente desde las características que le asignan estatus, las acciones realizadas clandestinamente se apuntalan en otros factores sin importar sus características, además, el objetivo principal no es proteger la imagen que genera el estatus, éste es un objetivo secundario.
En los medios de sostenimiento del estatus, podemos ver cómo algunos grupos organizan y estructuran complejas formas de interacción para así ejercer mayor control sobre otros grupos o personas; parte de esta organización se dirige a generar medios de control que permiten el dominio sobre los demás de forma que no puedan alterar el orden impuesto por medio de una serie de pautas que se deben cumplir, así mismo, esta serie de pautas traen en su núcleo nuevas formas de oposición, que en algunas de sus formas, pueden ser puestas en marcha de modo agresivo; precisamente la agresión toma nuevas formas de presentación ante las pautas impuestas, de este modo, el opositor se vale de estas para, generar agresiones que de otro modo no serían catalogadas como tal; siendo así, tomando algunos estándares existentes en los protocolos, no seguir un orden del día correcto, ubicarse en un lugar equivocado, llevar ornamentos diferentes a los correspondientes o no llevarlos, puede significar actos de suma agresión.
Para entender un poco más la dinámica del estatus y la agresión, debemos tener en cuenta que la agresión cuando parte del estatus se da principalmente por tres motivos: para hacer ver las capacidades que se tienen, para hacer uso de las capacidades, o para defender el lugar que se tiene.
Uno de los problemas con la agresión ejercida desde el estatus, se da cuando el mismo estatus permite ejercer la agresividad de tal forma que la persona agredida no se da cuenta que está siendo agredida, un factor que es de mucho peso; una agresión ignorada es igual a una buena acción no recompensada, ambas generan un sinsabor. Aquí hallamos a un aspecto importante de la agresión; para que toda agresión sea tomada como tal debe existir un agredido.
Pero no toda respuesta agresiva se da ante otra agresión, debe existir una agresión primera que inicie el ciclo, y esta debe nacer de algún lugar. Desde la observación cotidiana se puede deducir que la principal raíz de la agresión, cuando no hay una intención explícita de ésta o cuando alguien la inicio sin motivo aparente, puede ser por un malentendido que ofendió a alguno de los partícipes, por la defensa de intereses como en el caso que exponemos referente al estatus, o por cierta repulsión o aversión inmotivada hacia otras personas que normalmente se escuchan bajo el rotulo de “caer mal”. También tengamos claro que existen otras raíces como la frustración, factores irritantes y otros factores que fácilmente se encuentran en los textos que abordan ampliamente el asunto de la agresividad.
También se encuentra un aspecto del estatus afecta a la agresividad. El estatus se mueve en diversos campos, tiene soportes objetivos pero gran parte de sus soportes se hallan en los imaginarios que lo rodean y en el simbolismo que contiene esas imágenes, es por ellos que la imagen le afecta directamente.
Si nos basamos exclusivamente en los aspectos objetivos del estatus, veremos que no basta sólo con cumplir alguno de los criterios que lo otorgan para adquirirlo o mantenerlo; para adquirir o perder estatus, es necesario administrar la percepción que tiene los demás de éste, esa percepción para muchas personas no es más que una imagen, e indudablemente a todos llega en forma de imagen.
Por la importancia de la imagen en el estatus es que se llega a afirmar que para despojar de estatus a persona, no es estrictamente necesario despojarlo de los criterios que lo soportan; debido a que le percepción que se tiene de una persona es en sí una imagen, al alterar la imagen, se altera el estatus que se deriva de ella; por ejemplo podemos citar a los asesores de imagen; algunas personas, gozando de un estatus elevado, hacen uso de los asesores de imagen para potencializar o conservar el estatus que poseen, sabiendo que una mala presentación o acción lo puede perjudicar directamente sin necesidad de haber alterado el criterio por el cual ostenta el estatus que posee. Por otra parte, se puede observar que en ocasiones, ante la imposibilidad deshacer el criterio que concede estatus a una persona, se puede recurrir a acciones que perjudican la imagen de la persona produciendo efecto directo sobre el estatus. En sí, mantener el estatus es mantener una imagen; la imagen de quien tiene, del que puede, del que sabe o del que hace, y atacar el estatus es equivalente a atacar una imagen.
Para atacar una imagen basta con crear otra imagen; la mayoría de las imágenes están mediadas por lo simbólico, y su efecto facilita el cambio, y es por efecto de lo simbólico que podemos encasillar el insulto en el rango de agresiones dirigidas al estatus. Un insulto tiene como principal finalidad herir, no en términos de daño físico sino simbólico; el insulto es una imagen acústica con gran carga simbólica, así que el daño que produce es en otras imágenes con esas mismas características.
Una de las formas que utiliza el insulto para herir es mediante la degradación del otro.
Los medios de degradación explican porqué no todo insulto es calificado como vulgar y porqué no se ofende igual a todas las personas. Generalmente para ofender a otro por medio de la degradación se debe generar un cambio en la imagen con la que es percibida la persona y ubicar en su lugar una indeseada, generalmente, más baja de la que la persona posee o cree poseer. Para lograr ese cambio se aplican tres principios que son:
Ubicar al otro en el lugar de algo que normalmente se detesta (basura, insecto, desecho, etc.). Ubicar al otro en el lugar de algo que socialmente es rechazado (indigente, ladrón, prostituta, etc.). Ubicar o hacer explícito un lugar que la persona repruebe u oculte (polígamo, ignorante, lento, etc.).Por medio de estas características podemos entender porqué el insulto toma tantas y variadas formas, afectando a cada persona indiferente del estatus que posea. Para cada tipo de estatus hay formas particulares de insultar, por eso no se habla de insultos particulares como los catalogados de vulgares, siempre se expone en términos de imágenes que son dirigidas a rebajar la posición del otro; de este modo, recalcar los vacíos de conocimiento de una persona puede generar una ofensa, y de la misma forma, la persona ofendida puede responder con otro insulto o demostrar cuáles son sus conocimiento, siendo la segunda respuesta, la más encaminada a conservar el estatus.
Pero no podemos formarnos la idea de que las agresiones practicadas desde el estatus son inaceptables, cada contexto determinará este calificativo; es más plausible agredir desde el estatus, siendo la agresión necesaria, que pasar por medios fácilmente violentos con resultados más perjudiciales para la persona agredida.
el estatus también se presenta bajo la forma de control; partiendo de los patrones de comportamiento exigidos según sea el estatus poseído, se está estableciendo un rango de acción limitado que, así delimite que se puede hacer, también ésta dejando por fuera otra gran cantidad de acciones que no son permitidas, de este modo, el estatus se presenta como una herramienta para el control de ciertas acciones que de otro modo podrían ser ejecutadas, causando efectos perjudiciales en cualquiera de los actores involucrados .
También se puede observar que las acciones asertivas generan una buena imagen que va en pro de un mejor estatus; cuando una persona con bajo estatus reacciona de modo aceptable socialmente, así su posición actual no lo exija explícitamente, su nivel de estatus puede salir favorecido: por ejemplo; si un obrero en su trabajo es agredido física o verbalmente, y este opta por una solución diplomática o pasiva, es más factible que sea visto como una persona muy educada, criterio que fácilmente puede elevar su nivel de estatus.
Entonces hallamos que la relación entre actuación y estatus se da en las dos direcciones, el estatus exige ciertos comportamientos acordes con él, y estos comportamientos a la vez lo favorecen o lo desfavorecen dependiendo de la decisión de la persona.
Al final no podemos decir que lo planteado en este articulo tenga un fuerte peso a la hora de aportar en el conocimiento de la agresividad y en su intervención, pero si podemos afirmar que tenemos un poco más de conocimiento en los fenómenos que la afectan y en la forma en que ésta emerge, y podemos valernos de otros medios para producir su correcta expresión como lo es estatus, el cual también involucra el entorno inmediato en que se desenvuelve la persona, sus ideales, sus metas, su auto-percepción y otra gran cantidad de fenómenos que en conjunto arrojan gran información sobre su forma de actuar.
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