El juego ha estado a la orden del día desde tiempos inmemoriales. Desde los albores de la historia hombres y mujeres, antigua y desgraciadamente casi siempre hombres, se han puesto unos junto a otros para disfrutar de multitud de juegos.
Habitual es en las reuniones familiares de Noche Buena o cualquier otra tertulia, el convertir el salón de nuestra casa en verdaderos salas de juego en las que divertirse con una buena partida de cartas, un bingo o cualquier otro ocio que convierte las salas de estar en casinos familiares.
En los últimos tiempos la afición ha crecido, aún más si cabe, gracias a las páginas de internet que nos permiten jugar y apostar con y contra personas que ni siquiera conocemos y a las que, seguramente, no pondremos cara ni nombre en toda nuestra vida.
Pero, ¿cuándo empezó todo esto?: pues bien, la palabra casino es de origen italiano y su traducción textual sería “casa de campo”.
Haciendo un poco de historia, podemos asegurar que los juegos de azar existen incluso antes de los tiempos de Cristo.
Ejemplos anteriores y posteriores existen, y muchos: Babilonia, Antigua China, Egipto, Roma, la Antigua Grecia, en todos estos lugares se jugaba y se apostaba.
Los casinos como tal, es decir, lugares en donde entrar y jugar, comenzaron siendo elitistas, sólo los adinerados podían permitirse el acceso. Si somos sinceros hay que decir que esto no ha cambiado mucho, aunque también es cierto que cada vez son más accesibles para personas con cualquier tipo de situación económica.
Esto es un brevísimo y somerísimo resumen del juego y de los casinos, podríamos estar horas y horas escribiendo acerca de su origen, sin embargo, ahora lo que más interesa es saber que se puede pasar un buen rato delante de tu ordenador, jugando a la ruleta, al blackjack o cualquiera de los juegos que puedes vivir in situ en los casinos terrestres.