Artículo de opinión:
El salario del miedoPartiendo de la base de que “la violencia engendra violencia”, y ésta se viene acrecentando en todos los ámbitos de nuestra cotidiana vida, nos estoy acompañando–diría yo–, de temores o miedos a procesos que, buscando nuevas normas de adaptación a cambios sociales en nuestra actual sociedad de convivencia, son necesarios asumir como naturales en las culturas de los pueblos o grupos sociales, insisto: hemos de asumir que deben existir miedos y temores–miedo a morir, miedo a perder la cabeza, miedo al sufrimiento, miedo al dolor, miedo a la enfermedad(cáncer, sida, esclerosis múltiple, etc.)... Son muchos miedos juntos. Éstos condicionan nuestras normas de convivencia y respecto hacia las personas y cosas que existen en nuestro entorno, pero se deben superar a lo largo de nuestra vida mediante sistemas de educación escolar–aprobados por ley–, que fortalezca la autoridad del profesor en clase, y, claro está, la convivencia pacífica entre los alumnos. Y ahora, por si fuera poco todo esto, estamos cogiendo miedo a la agresividad que se está fomentando en nuestras aulas. El principio de autoridad de los profesores –que siempre existió en las escuelas de primera enseñanza–está tirado por los suelos, y los alumnos lo saben. Aquéllos–trabajando y enseñando–sirven de valladar entre los muchachos/as y sus respectivos padres, pero ganando el pan nuestro de cada con su salario: el salario del miedo.Hay que fortalecer la profesión docente, tal y como debe hacerse. Porque todos sabemos que en nuestro interior llevamos innatos unos genes que nos inclinar a destruir, atacar o hacer daño por el simple y mero hecho de hacerlo. Pues entonces consiste en que, mediante nuestra educación en las aulas, canalicemos esos genes negativos que poseemos hacía comportamientos de conducta dirigidos, y en este sentido, a los alumnos que deseen conseguir objetivos de creatividad basados en la iniciativa y el espíritu emprendedor. Se trata de educar, pero, al mismo tiempo, también de conseguir–por todos los medios habidos y por haber–, que los chicos/as se conviertan en personas el día de mañana. Que los chicos/as sepan distinguir, sin ningún genero de dudas, qué es una agresión flagrante y en qué consiste una legitima defensa. Esto sirve, sinceramente, para que se atenúe–en parte–la agresividad: en las aulas y en la cotidiana vida.