Para que luego digan que todos los jefes de todas las empresas del mundo son los típicos mandamases serios, ácidos y arrogantes. Mi jefe no solo es un pedazo de pan con el que me llevo de maravilla, sino que encima hoy, y dado que se cumplían diez años de mi estancia en la empresa (lo cual en los tiempos que corren es un logro importante), me ha regalado una caja enorme de bombones. A mí me alegró mucho el detalle y así se lo dije, pero procuré callarme que los bombones no me gustan nada y realmente no pensaba comérmelos. Un regalo es un regalo y el detalle es lo que cuenta. Las personas que no entienden eso y rechazan los regalos me ponen de mal humor.
Por suerte, tengo a la amiga perfecta para darle a esos bombones el uso que se merecen; aunque el problema es que vive un poco lejos de aquí. En concreto, en Finlandia; pero bueno, nada que no arregle el envío de paquetes. A esa amiga le encanta el chocolate, e incluso diría que su gusto alcanza la categoría de adicción. Sé de buena tinta que se va a llevar una alegría enorme cuando abra el paquete y vea esa caja enorme, así que he procurado preguntarle su dirección sin darle a entender qué es lo que va a encontrar en su interior. Ella está convencida de que será una película o un disco de uno de sus grupos favoritos. Ay, qué ingenua.
Mañana mismo saldré a enviar paquete a Finlandia, y el regalo va con una carta dentro. A veces me encanta cartearme a la antigua usanza con mis amigos, es una costumbre muy bonita. En fin, espero que el regalo le guste y me lo agradezca saliendo a enviar paquete a Madrid con otro regalo para mí. Es broma.
