Las palabras de Bécquer hablan por sí mismas de Toledo.
“En nombre de los poetas y de los artistas, en nombre de los que sueñan y de los que estudian, se prohíbe a la civilización que toque a uno solo de estos ladrillos con su mano demoledora y prosaica”.
(Gustavo Adolfo Bécquer)
El literato sevillano, que en principio visitó la ciudad con el objetivo de recaudar fondos para su obra “Historia de los templos de España” quedó prendado de Toledo, lugar que inspiró gran parte de su obra y conocidísimas leyendas. “Para él, Toledo era sitio adorado de su inspiración” comentaba su amigo Rodríguez Correa.
“Las tres fechas”, “Rosa de pasión”, “El beso” y “El cristo de la calavera” son el magnífico regalo que hizo Bécquer a la ciudad en forma de leyendas.
Pero el legado del autor romántico no se ciñe a lo escrito; de entre sus varias estancias en Toledo, permanece vivo su recuerdo en el laurel que él mismo sembró en el jardín de la que antaño fue su casa en la calle de San Ildefonso. Otra huella del escritor la encontramos en la portada del Convento de San Clemente, donde plasmó su firma a cinco metros de altura.
Toledo quiso agradecer a los hermanos Bécquer su aportación a la cultura de la ciudad y en 1911 se les dedicó una calle, no la calle de San Ildefonso como cabría esperar, si no la famosa calle de La Lechuga, donde los investigadores aseguran que Bécquer residió durante un breve periodo de tiempo.