Hay días como hoy, que prefiero dejar fluir las lágrimas, dejo sentirme con ojos y mirada modificada.
Hay días, como hoy, con cielo azul y pocas nubes pero hermosas, en los que, a pesar de eso, prefiero solo sentarme a solas con los pies descalzos y sentir la brisa, el fluir de mis pensamientos y sentimientos, mientras acaricio la respetuosa compañía de mi perro.
Hay días, que recuerdo que siento profundamente, que me quito el sombrero de fuerte y me dejó gotear, me vuelvo agua de arollo discreto.
Hay días que dejo simplemente que las cosas se agolpen en mi garganta y me hagan guardar silencio por fuera, e inhalo mi propia paz; bajo la mochila de la espalda para sentarme a mirar el paisaje, para dejar que me afecte, en todos aspectos.
Hoy, o más bien, anoche, encontré de nuevo mi lado más delgado, más frágil y craquelado, atravezó mi corazón, lo astilló y dejó doliente, reconectó conmigo el lado más profundo, acunado en su propia existencia perpetua.
y se que me siento y, a fuerza de entrar y salir de mi, encuentro el punto,
Se, que cerrando los ojos y mirando mi mente podré salir y encontrar de nuevo los rayos cálidos del sol.
Pero también soy esto, también reconozco que he de vivir estos momentos de solo querer soledad o abrazos.
Ahora, a cuenta gotas empiezo a entender que ser montaña… tal vez no excluya ser árbol o ave o arrollo o ardilla o nubes… o cielo inmenso.