Sí bien construimos para perdurar, la historia nos alcanza; estamos llenos de vestigios que nos dicen de dónde venimos, nos narran una historia, nos dejan rastro de nuestros antepasados, y es que es incierto todo lo que abarca esos momentos pues no estuvimos ahí, por eso la Arquitectura es la herramienta perfecta de trascendencia, pues nos habla del momento, de sus necesidades, fortalezas y carencias, de su contexto, el tiempo en sus materiales, los movimientos en la tierra, el sentimiento de pertenencia y es que la arquitectura siempre responde a las necesidades del usuario, así como a sus oportunidades.
Dejar huella es un signo de prosperidad, de evolución por mejorar, hacer historia con la arquitectura nos ayuda a plasmar el rumbo de nuestro progreso, a cómo mejorar y caminar a nuestro propio futuro, a contar una nueva historia para las próximas generaciones.
Pero el momento en el que la Arquitectura envejece y se sale de su época, mueren las necesidades por la que fue hecha.
Por lo que me llena de incertidumbre, si la Arquitectura se da según el tiempo en el que nos estemos desarrollando, en que momento la Arquitectura deja de ser Arquitectura.
El tiempo no pasa en vano y sobre las cosas el deterioro es inminente, la apreciación en las ruinas y vestigios de nuestros antepasados se podrá conservar algo de la utilidad que se le dio a dicho objeto para poder considerarse Arquitectura. Las funciones cambian con la época como anteriormente mencionamos, y podría ser que su nueva función sea enseñarnos el camino para evolucionar.