La Leyenda Vallenata de Francisco el Hombre
Entre leyendas que aun recorren callejones del Caribe y en toda Colombia, entre mitos y realidades, historias que han recorrido generaciones enteras está la leyenda de Francisco el hombre, el cual, cuentan que una noche como cualquier
otra iba camino a casa, mientras con su acordeón entonaba canciones hacían su viaje mucho más corto y placentero. Sin percatarse, las notas que Francisco estaba haciendo sonar, estaban siendo contestadas por un acordeón a lo lejos.
Estas respuestas de notas se fueron convirtiendo en un juego y en poco tiempo en un desafío. Francisco sin siquiera conocer quién era su contrincante, siguió tocando como sólo él sabía hacerlo, pero consiente que su contendor, aun en el anonimato, le estaba ganando. Por largo tiempo se extendió la difícil batalla y Francisco, ya cansado, decidió ir hacía la melodía casi perfecta de su contrincante, así al menos sabría a quién se estaba enfrentando.
Poco a como se iba acercando. La noche, con una luna grande que iluminada la carretera polvorienta, ayudaba a divisar a lo lejos una leve silueta en la penumbra de la noche, pero aún muy leve como para identificar su adversario. Entre pasos, sudor y cansancio, Francisco “el hombre” quedó atónito al darse cuenta de la figura de su contrincante, pues como muchos lo habían descrito en leyendas pasadas, con sombrero y todito de negro, era el mismísimo diablo el que en sus manos cargaba el acordeón que durante horas contestaba las notas que Francisco interpretaba.
Con una mirada al cielo, y sabiendo que era el máximo duelo que había tenido, Francisco “el hombre” rezó el Credo al revés y con una melodía de su acordeón nunca antes escuchada, hizo que el diablo corriera aceptando su derrota.
Francisco se volvió más que una leyenda, un icono del vallenato, entre sus posibles reales identidades está la de Francisco Moscote, nacido en un corregimiento llamado Villa Martín del municipio de Maico en la Guajira. Tal es su
fama, que el premio nobel a la literatura “Cien años de soledad” lo menciona como “un anciano trotamundos de casi doscientos años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando canciones compuestas por él mismo”.
Y si aún lo quieres conocer, su imagen está plasmada en la tarima de la plaza del Hombre Caimán en plato.
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