Hace unos meses un amigo me dijo lo que pensaba sobre un asunto que me afectaba directamente, y mi reacción analizada ahora, desde un punto de vista objetivo, me llama la atención e incluso me impresiona. Ya que siempre me he considerado una persona que se enfrenta de cara, directamente a los diferentes momentos de la vida. Mi sensación en ese momento fue que mi amigo actúo con segundas intenciones y preferí pensar eso y aceptar opiniones que en verdad eran mentiras piadosas. Con el paso del tiempo se ha demostrado que mi amigo tenía razón y yo me he dado cuenta de que en el fondo yo sabía la verdad. Ahora veo esta misma reacción en casi todas las personas que se enfrentan a situaciones que no son de su agrado. Y mi reflexión es: ¿necesitamos las pequeñas (o grandes) mentiras para vivir?;¿sería nuestra vida insoportable aceptando la verdad?;¿debemos aceptar que las personas preferimos vivir engañadas?.Quizás una persona que es engañada por su pareja no quiera saberlo, o unos padres no quieren saber que su hijo tiene problemas con la droga , quizás en el fondo prefieran no saber la verdad y dejar que la vida siga sin tomar decisiones…las grandes preguntas son: ¿preferimos una dulce mentira a una agria verdad, independientemente de las consecuencias que esto pueda tener?;¿son la verdad y la mentira relativas como consecuencia de una realidad subjetiva?.
La mermelada de la vida: la mentira
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