Una buena gestión de la luz mediate el uso de una cortina nos puede reportar grandes beneficios en el ahorro energético de nuestros edificios, al permitir regular la ganancia y la pérdida calorífica y lumínica.
El color, el grosor y la apertura del tejido de las cortinas influyen en la absorción de luz calorífica. Este factor es determinante parar evitar un consumo mayor de aire acondicionado y/o calefacción, es decir, impedir una diferencia lumínica excesivamente amplia entre superficies expuestas y no expuestas a la radiación solar directa y por lo tanto una posible reducción de la iluminación.
Cuando la luz alcanza una superficie, una parte de ésta atraviesa (transmisión) los materiales existentes (bien sea una superficie acristalada o una cortina), otra parte es reflejada hacia el exterior (reflexión) y el resto de luz se absorbe en el tejido siendo irradiada a posteriori en forma de calor (absorción).
Esta intensidad de iluminación ejerce un efecto directo sobre el ser humano, su capacidad de visión, bienestar, seguridad en el trabajo y economía, creando deslumbramientos en superficies planas y pantallas, efectos térmicos inadecuados y daños en materiales y en el propio ser.
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