Es sabido que ya desde la prehistoria se utilizaban minerales con finalidades protectoras, para curar y dar equilibrio. Incluso en sociedades más avanzadas en su estructura social y científica como la egipcia se puede ver como se usaba el polvo de la malaquita sobre las heridas para impedir infecciones.
A partir de la era de la ilustración donde la razón se impuso por encima de dogma, todo lo referente a las propiedades curativas de las piedras pasó a ser catalogado de superstición sin fundamento científico, relegando de esta manera una sabiduría ancestral al plano de la ignorancia. Hoy en día se sabe que los cristales trabajan con efectos de vibraciones y resonancias descubiertos gracias a los avances de la tecnología que permite medirlos. Ello unido a los logros de la física cuántica, que ha sido capaz de unificar todo contenido de la materia en un solo espacio vacío, ha vuelto a colocar el conocimiento que otorgaba propiedades mágicas a las piedras en el lugar que corresponde, brindando todos sus secretos al gran público interesado.
Así hoy en día los cristales ya son usados en las modernas prácticas médicas por su capacidad para producir electricidad y a veces luz. Los chamanes y los sanadores estaban familiarizados con estas propiedades cristalinas de enfocar las vibraciones de luz y sonido creando un rayo curativo.
Los cristales no sirven para diagnosticar el mal pero una vez se sabe la causa que ha provocado aquello que no va bien en el organismo, sirven de catalizador dando luz a aquellos espacios oscuros que provocaron el desorden y la enfermedad en el cuerpo. De igual modo pueden servir de energetizantes y calmantes según nuestras necesidades.
