Cuentan que un día un campesino le pidió a Dios le permitiera mandar sobre la Naturaleza para que -según él - le rindieran mejor sus cosechas.
¡Y Dios se lo concedió! cuando pedía sol, éste brillaba en su esplendor; si necesitaba más agua, llovía; etc.
Pero cuando llegó el tiempo de la cosecha, su sorpresa y estupor fueron grandes porque resultó un total fracaso.
Desconcertado y medio molesto le preguntó a Dios por qué salió así la cosa.
Pero Dios le contestó: "tú pediste lo que quisiste, más no lo que de verdad convenía.
Nunca pediste tormentas, y éstas son muy necesarias para limpiar la siembra, ahuyentar aves y animales que la consumen y purificarla de plagas que la destruyen".
Así nos pasa. Queremos que nuestra vida se a puro amor y dulzura, nada de problemas.
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