Exámenes de febrero 2010
Estoy en la Biblioteca. Han de ser las cinco o las seis de la tarde. A mi derecha se sienta un tipo. Viste una camisa de color azul, como el cielo de hoy. Allá donde mires sólo aprecias dos colores, intensos como en un cuadro de Monet: azul y amarillo. Azul de cielo que se refleja en la pintura blanca de las casas contiguas. Animándolas. Ofreciéndole su naturaleza plástica. Alejándolas de su función de estrictas celdas, como unasuerte de colmena urbana. ¿Afortunados? Crueles enrejados; vidas hacinadas en hermoso contacto con la esencia atemporal de la luz externa. Amarilla es la pared y la energía lumínica que penetra ínfima a través de la ventana y se enreda en el pelo de una estudiante. Apenas es un haz. Nada lo suficientemente trascendente para despistarle de su empeño. Cabello, chica y luz brillan. Todo uno. Como una divinidad tocada por un rayo. Ella continua tenaz su tarea, sin percatarse de la tangente divina que envuelve su cuerpo concéntrico. La fusión crea una especie de aura, un halo matemático mientras todos estamos en penumbra, alumbrados por el indiferente y frío fluorescente. El señor de mi izquierda es algo mayor y escribe. Tiene una cajetilla de tabaco Chester depositada sobre la mesa a su izquierda. Apenas me ha mirado. A sus ojos, como a los míos debo de ser una de tantas. Copias. Aplicaciones del sistema. Clones en sus crisálidas. Ejecutando. Ceros y unos, ceros y unos. Codificando apuntes como si nada más hubiera. Nada parece ser más importante que las ondulantes sombras que parpadean en el fondo iluminado de nuestro minúsculo habitáculoFuera, la luz, el fuego. Las mariposas.