El problema en el lenguaje figurado, es que siempre hay la duda y un arrepentido que diga no quise decir eso, pero entre tanto parafraseo, y entre tanto negar lo innegable, la duda persiste.
Pero ¿que es la duda?
La duda es para mí, la misteriosa suspensión del tiempo, por la confabulación de un lenguaje astralmente elevado y el frió de una noche esquiva. De ese lenguaje maliciosamente enredado y deliciosamente conjugado por el cual el desesperado o el enamorado se ve irremediablemente atraído, puedo decir dos cosas: la primera es: si la verdad de nuestros deseos, anhelos, sueños y descontentos, primara ante todo, entablar una relación amistosa o amorosa, no sería complicado, seria cuestión de comunicación, dejarían de existir esos enormes muros que dividen al ser humano a causa de la especulación, los malos entendidos, y la pena de no entender al otro, todo por no saber escuchar y por no dejarme escuchar.
La segunda: una relación amistosa o amorosa, no seria tan intensa y perdurable, si no empleáramos de vez en cuando una delicada y efusiva frase para aliviar la soledad, la tristezas o para avivar pasiones que llevamos dentro.
En definitiva el lenguaje repleto de frases melodiosas, salpicadas de palabras alucinógenas, son necesarias para avivar las pasiones, lo que no es necesario es que tengan que ser falsas.
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