Como los protagonistas de la película Cocoon (1985), que remojan los achaques producidos por la edad en una piscina luminosa y curativa, podemos experimentar esta increíble sensación en la realidad. Y sin necesidad de establecer contacto con seres extraterrestres.
Al sur de Puerto Rico, en el corazón del caribe, se encuentra la Bahía Fosforescente. Su llamativo nombre ha sido elegido por una buena razón; sus aguas emiten intensa luz azul-verdosa ante cualquier movimiento de su superficie, lo cual es plenamente visible durante la noche. Al agitar el agua, (por ejemplo al nadar o al navegar a través de la bahía), innumerables microorganismos despiden intensos haces de luz que siguen la estela del movimiento. Casi se espera que aparezca la dama del lago para entregar la espada Excalibur al asombrado bañista.
Para alcanzar esta maravilla natural es preciso alquilar un coche desde San Juan y cruzar la pintoresca geografía de la isla hasta extremo suroeste, en un trayecto aproximado de dos horas hasta alcanzar La Parguera. Una vez allí, el viaje merecerá la pena ya que en pocos lugares del mundo puede disfrutarse de un crucero lumínico en un barco con fondo de cristal.
Más de 150.000 microorganismos unicelulares por litro de agua son los encargados de provocar este celestial efecto, aunque desafortunadamente cada vez se encuentran más amenazados por el desarrollo de la zona y por el exceso de turismo. Es por esta razón por lo que no recomendamos efectuar el viaje a este lugar a ningún lector, ya que así siempre pervivirá este espectáculo natural cada vez que regrese el autor de este texto.
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