Patricia trae una cámara colgada al cuello, la Canon negra es una extensión de su ser, le gusta coleccionar momentos, incansablemente ha buscado el efecto ilusión en la mirada de las personas. Le gustaba retratar el alma y lo hacía bastante bien. Es curiosa y se vale de los recursos más locos para obtener lo que busca
Investigó el tema de las emociones a fondo para escudriñar los momentos donde el ser humano se siente ilusionado, y qué mejor ilusión que la de una mujer probándose los vestidos de novia. Así que decidió entrar a trabajar en una tienda de venta y renta de vestidos de novia en el centro de la ciudad. Era la excusa perfecta para retratar a las chicas probándose los vestidos y aparte podía ganar algo de efectivo para imprimir las mejores tomas.
Las fotografías de Patricia roban el aliento, los rostros de cada una de las mujeres mirándose al espejo con sus vestidos de novia es indescriptible, no importa si la chica pretende o no casarse, inevitablemente cuando se prueban uno a uno los vestidos de novia su mirada se vuelve cristalina, profunda, como de ensueño.
Hay mujeres que llegan sin deseos de casarse, otras ansiosas por que ya sea las bodas, unas que odian probarse vestidos, otras que tienen planeado probarse otros treinta y tantos más, mujeres que llegan solas y mujeres que cargan con un séquito de amigas, a todas ellas les toma una, varias fotografías, un retrato con el vestido de novia que más les encantó, ese con el que se sintieron espectaculares, como una reina. Capturar el momento donde se miran a sí mismas como la mujer más hermosa de todo el universo.
¡Clic, clic! Hace la cámara de Patricia y plasma una ilusión que brinca en la pantalla multipixel, una esperanza con fundamentos extraños, un deseo que implota dentro de un blanco corsé de satín.