La ética hacker está construída con base en un mundo revolucionario pródigo en riquezas y en la hermandad entre todos los hombres.
Existió un antiguo club de electrónica al que asistió: Moore, Jobs, Woz y Bill Gates. Ahí hubo pugna y división por ver quién tendría una teoría de autor sobre el conocimiento de Palo Alto, en Silicon Valley cuál sería la filosofía sobre los avances tecnológicos en computación: La comunidad o el corporativo. "El espíritu del club -señaló Woz- era el de ofrecerse para ayudar a los demás". La información era gratuita y no debería acatar autoridad ni a ningún gobierno o instancia represora.
"Yo diseñé Apple I porque quería regalárselo a las personas".
Bill Gates se opuso escribió una célebre carta que cuestionaba el pensamiento hacker de raíz:
¿Es esto justo? ... una de las cosas que estáis consiguiendo es evitar que se escriba buen software. ¿Quién puede permitirse realizar un trabajo profesional a cambio de nada? … Agradeceré que me escriban todos aquellos que estén dispuestos a pagar...”
Aquí se resume la batalla entre el código de autor, la escritura de código defendida por titanes que buscan la colaboración y la comuna, contra quiénes buscan amasar gigantes fortunas.