Las cirugías de próstata suelen practicarse a partir de los cuarenta años, ya que es cuando la próstata del hombre empieza a crecer. Este crecimiento puede ser benigno (hiperplasia) o maligno (cáncer). Los tratamientos quirúrgicos de dichas afecciones son las cirugías del cáncer de próstata (prostatectomía radical laparoscópica o robótica) y las cirugías de la hipertrofia prostática benigna (por fotovaporización con láser verde o por resección transuretral o por cirugía abierta).
Después de cualquier cirugía, se genera una cicatriz. Al cabo de cierto periodo de tiempo, dicha cicatriz empieza a contraerse, iniciando el proceso llamado de retracción cicatricial.
La retracción de la cicatriz hace que la zona en la que se realizó la intervención quirúrgica se vea encogida y, por lo tanto, más pequeña. De este modo, en las cirugías de próstata practicadas en hombres, la retracción cicatricial de los tejidos produce un acortamiento del tamaño de su pene en torno a 2 centímetros y medio.
Sin embargo, existe un tratamiento no-invasivo que permite impedir la retracción de la cicatriz en procesos post-quirúrgicos urológicos mediante el uso de extensor peneal basado en el principio de la tracción. El aparato goza de un gran reconocimiento médico, numerosos estudios clínicos así como licencias internacionales y certificaciones de calidad que avalan su eficacia y seguridad para impedir la retracción de la cicatriz en cirugías de la próstata, entre otras indicaciones.
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