Esa es una pregunta que muchos no sabrían contestar. Sabemos que nos encantan los viajes, y muchas veces cambiaríamos los que fuese por la posibilidad de salir de la rutina y disfrutar de un sitio nuevo, o revisitar a uno ya conocido y querido.
Pero es difícil saber qué exactamente nos impulsa a eso. Tal vez sea el instinto de la conquista, que antiguamente motivó el hombre a ir prácticamente en dirección a la muerte por la mera posibilidad de llegar a tierras lejanas y todavía ignoradas por la mayoría. O a lo mejor sea la fascinación que se siente delante del desconocido, de lo que es nuevo y puede ser experimentado por primera vez. O incluso se puede decir que el deseo de destacarse junto a los demás, de tener experiencias diferentes o más interesantes y así sobresalirse, como el que lleva a algunos a comprar coches más caros de lo que su presupuesto le permite.
Vivimos una época en que hasta los recuerdos se convierten en mercancía, y las cámaras fotográficas digitales generan un sinfín de imágenes que a lo mejor sean vistas pocas veces, pero garantizan al dueño su pose, teniéndolas atrapadas con más fuerza en una tarjeta que en su propia memoria.
Es difícil saber con seguridad, pero se puede afirmar que hoy en día los viajeros lo tienen mucho más fácil que antiguamente. Ya no sé hace viajes larguísimos en navíos para llegar a los sitios, a menos que sean cruceros agradable y llenos de mimos. Se pueden hallar vuelos a Nueva York sin la necesidad de acudir ni siquiera a una agencia de viajes, apenas insertando las palabras en un buscador de internet. Vuelos baratos a Madrid aparecen por todos los lados, desafiando todo aquél que posea el corazón viajero a dejar su rutina de lado y hacer las maletas para una nueva experiencia.