"Un mundo sin vergüenza, una sociedad carente de valores éticos"

"Un mundo sin vergüenza, una sociedad carente de valores éticos"
La verdad es que la vergüenza, a pesar de ser muchas veces demonizada, es una herramienta verdaderamente valiosa. Pocos aspectos de nuestra naturaleza influyen tanto en nuestra identidad y en la percepción que tenemos de nosotros mismos y de los demás como la vergüenza.
 
La vergüenza es un mecanismo adaptativo humano maravilloso y eficaz, forjado a lo largo de siglos de evolución. Esta herramienta nos permite discernir lo que es considerado correcto y aceptable dentro de nuestro entorno social, para que podamos integrarnos en sus dinámicas. Como otras emociones, la vergüenza nos impulsa a corregir nuestras conductas que pueden afectar nuestras relaciones sociales, y así vivir en armonía con el resto del grupo.
 
La vergüenza: ¿una virtud o un defecto?
 
En mi generación, la visión de la vergüenza era muy distinta a la actual. De hecho, se consideraba que no tenerla era lo verdaderamente malo. Ser un sinvergüenza era considerado como lo peor que alguien podía ser en la vida. Era casi como un pecado capital y una afrenta al honor familiar. La palabra "sinvergüenza" era temida y evitada a toda costa.
 
Curiosamente, en la actualidad ocurre lo contrario: tener vergüenza se considera casi un estigma social. ¿Por qué debemos avergonzarnos? ¿Cómo puede permitirse que algo así afecte nuestra libertad? ¿Quiénes son las normas sociales para decirnos cómo sentir o comportarnos? En la actualidad, no ser un sinvergüenza se considera malo, y lo verdaderamente vergonzoso es estar avergonzado. Es una situación curiosa, cuanto menos.
 
La vergüenza es un tema recurrente en los medios, el cine y nuestras relaciones interpersonales. Se nos insta constantemente a vivir sin ella, como si fuera algo virtuoso. Se nos dice que debemos vivir sin temor al qué dirán, aunque a veces este tenga razón y estemos equivocados, que debemos expresar nuestras opiniones aunque sean descabelladas, y que debemos seguir nuestros apetitos éticos o estéticos, aunque eso vaya en contra de las normas sociales más asentadas.
 
En ocasiones, nos dejamos llevar por el sentimiento y olvidamos las apariencias y las consecuencias de nuestros actos. Creemos que la mente y la boca deben ser libres, sin importar el impacto que puedan tener en los demás. Consideramos que las ideas de honor, respeto, reputación y ego son algo del pasado y solo debemos preocuparnos por nuestra autoestima. Sin embargo, debemos recordar que la autoestima no es inviolable y que nuestras acciones pueden afectarla. Es importante valorarla en su justa medida y no permitir que nadie la mancille apelando al sentido común.
 
La vergüenza es una emoción que cumple un papel importante en nuestra vida social y personal. Es necesario tenerla y no es nada malo sentirse avergonzado en ciertas situaciones. Por el contrario, lo verdaderamente reprochable es la falta de vergüenza. El término "sinvergüenza" se utiliza para referirse a aquellos individuos que carecen de moralidad, decencia y honestidad. Ser parte de este grupo debería ser considerado lo malo, en vez de ser vergonzoso. Por lo tanto, es importante reconocer el valor de la vergüenza en nuestra sociedad.
 
Querido lector, si te dicen que eres tímido porque prefieres hablar solo sobre lo que sabes y no arriesgarte en situaciones inciertas, debes enorgullecerte. Si valoras la excelencia y te abstienes de comportarte de manera imprudente para no parecer un patán, debes felicitarte a ti mismo. Si eres ese amigo que no se disfraza en carnaval porque no ve la diversión en parecer un mamarracho, debes darte una palmadita en el hombro. Tu vergüenza no es una debilidad como te quieren hacer creer, sino un salvavidas.

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