La maldición del dinero
“Vive rápido, muere joven y tendrás un bonito cadáver”. Este “motto” se convirtió tras la muerte de James Dean en el estandarte de una generación. La idea muy relacionada con el carpe diem trataba de destacar la importancia de disfrutar de cada momento antes de que la vida te lo impidiera.
Era por tanto válido caer en cualquier exceso apelando a esta filosofía. Drogas, fiestas, peligro... Evidentemente, aquellos que más la practicaban eran los que más oportunidad tenían. Personas famosas, con dinero y acceso a los lujos y las fiestas más especiales del momento.
Hay quien puede pensar que esto es fruto del pasado pero no deja de tener actualidad conforme observamos la muerte de estrellas del cine o de la música víctimas de esos excesos.
Heath Ledger, el jóker de Dark Knight, Emily Winehouse, Michael Jackson y Whitney Houston son los últimos casos que dan rostro al precio de la fama y el dinero.
No hay que sentir otra cosa que lástima por estas personas. El hecho de que tengan todos los medios para ser felices no debe convertirse en motivo para el odio o la indiferencia.
El problema de base se sitúa en los mismos medios que los elevan al cielo. Aquellos medios que los hacen dioses más tarde los acaban devorando. No existe ningún tipo de piedad. No sólo actúan sobre las estrellas sino sobre cualquier persona que piense que la única vía del éxito y la felicidad reside en el reconocimiento social y el dinero.
Suena siempre cargante y antiguo apelar a la búsqueda de la felicidad por medio de la ayuda a los demás. Es el recurso fácil pero es la única verdad. No es necesario hacerse médico y irse a curar enfermos de cólera a África. Basta con pensar que uno no es el más importante del grupo de gente de la que se rodea y que considerar las necesidades del prójimo por encima de las propias. No son sino los grandes egos los causantes de la muerte de estos grandes “iconos”.
¿Qué razón hay para vivir fuera de la fama y el encumbramiento? Quizás todas las razones. Si pudiéramos conocer la lista de personas más felices del mundo tal vez nos sorprenderíamos al ver que a priori reúnen todos los requisitos para quitarse la vida en una bañera.






































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