El ámbar, la única piedra preciosa de origen vegetal, se ha hecho de un lugar destacado entre las materias primas de la joyería. Su color y su textura la hicieron desde tiempos prehispánicos una valiosa ofrenda. Incluso en Roma era quemado para generar un aromático incienso que solía acompañar algunos eventos sociales. Pocos países cuentan con este recurso: Lituania, Polonia, Alemania, Latvia y Rusia, en Europa, y en América, sólo República Dominicana, Nicaragua y, por supuesto, México.
Chiapas es el estado que resguarda esta preciada resina que se consigue en minas similares a las de la plata. Se extrae en trozos irregulares a los que luego se les da caprichosas formas. El de Chiapas es un ámbar de mejor calidad que el de otros países por eso desde noviembre de 2000, cuenta con una denominación de origen que avala su autenticidad.
Al ser una resina, material de origen orgánico, su composición depende del árbol que proviene. Así, es posible hallar ámbar amarillo, naranja, café, rojo, verde, blanco y negro. También es posible que tenga “inclusiones”, que es cuando la resina en su estado líquido, atrapó burbujas de aire, gotas de agua, insectos, hojas de árboles y ahí quedaron como bellos testimonios de otras eras…
Durante tu visita a Chiapas, escápate al pueblo de Simojovel, de donde se extrae 90% del ámbar de México. Ahí encontrarás joyas de gran belleza hechas con esta resina preciosa y podrás visitar el Museo del Ámbar. Aquí, además de una galería con más de 350 piezas de ámbar primorosamente talladas y pulidas, podrás adentrarte en el mundo del ámbar.
Por cierto, la manera más efectiva de saber si es ámbar de verdad, es el fuego. Como es una resina, al calor de la llama comienza a ablandarse y a despedir un delicado aroma.
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