En México, es cada vez más común que los consultorios médicos cobren la primera consulta a un precio más elevado que las subsecuentes. Esta práctica, aunque generalizada en el sector privado, ha generado molestia y desconcierto entre muchos pacientes que consideran que el acceso inicial a la salud debería ser más accesible, no más costoso.
¿Por qué molesta tanto este cobro?
Para muchos pacientes, el costo de la primera consulta se percibe como una barrera de entrada. Es el momento en el que una persona busca orientación, diagnóstico o incluso una segunda opinión, y se encuentra con un precio más alto sin aún haber recibido ningún tratamiento ni resultado concreto.
Desde la perspectiva del paciente, es difícil justificar pagar más en una cita donde apenas se empieza a conocer al profesional de salud, sin tener la certeza de si el servicio será adecuado o si se continuará con el seguimiento. Esto genera desconfianza e incluso desincentiva a algunas personas a consultar oportunamente.
¿Qué justifican algunos profesionales?
Quienes defienden este modelo argumentan que la primera consulta requiere más tiempo y detalle: se levanta el historial clínico, se analiza el caso desde cero, y se crea el expediente médico. Sin embargo, estos elementos forman parte esencial de cualquier acto médico, y en países con modelos más centrados en el paciente, estos pasos no implican cargos adicionales.
Además, si bien es cierto que se invierte más tiempo en la consulta inicial, esto no siempre se refleja en la calidad o duración real del servicio ofrecido. Existen numerosos casos donde la primera consulta dura lo mismo —o incluso menos— que las subsecuentes, pero el cobro sigue siendo mayor.
El problema de fondo: percepción de valor
Muchos pacientes perciben que el sistema privado de salud, en lugar de ser un servicio accesible y humanizado, se convierte en un modelo donde el primer contacto se ve como una oportunidad para elevar costos sin garantías. Esta percepción se agrava en sectores vulnerables o en personas que deben consultar a varios especialistas y terminan pagando montos significativos solo por iniciar cada atención.
En un país con profundas desigualdades en el acceso a servicios médicos, el hecho de encarecer el primer contacto puede parecer no solo injusto, sino poco ético, especialmente si no se informa con claridad el motivo de dicho sobrecosto desde el inicio.
¿Qué alternativas podrían ser más justas?
Una solución posible sería unificar el costo de la consulta sin importar si es la primera o no, como ocurre en muchos países europeos. Otra opción sería ofrecer paquetes accesibles de diagnóstico inicial o permitir que el primer encuentro tenga un costo simbólico y que se cobre más conforme avanza el tratamiento, ya con diagnóstico confirmado y plan de atención.
También es importante que los consultorios transparenten qué incluye ese costo inicial elevado: ¿cuánto dura la consulta?, ¿se entregan análisis clínicos?, ¿se ofrece algún seguimiento incluido?, etc. Cuando el paciente entiende lo que paga, puede valorar mejor el servicio.
Conclusión
El cobro más elevado en la primera consulta médica puede estar justificado desde el punto de vista operativo, pero desde la experiencia del paciente, muchas veces resulta difícil de aceptar. En un contexto donde la salud debería ser accesible y oportuna, comenzar con un costo mayor puede convertirse en un obstáculo más que en una solución.
Si se busca construir un sistema de salud más empático, transparente y centrado en las personas, quizá ha llegado el momento de replantear esta práctica y enfocarse más en la continuidad del cuidado que en aprovechar el primer contacto como un cobro diferenciado.